(Epifanio Weber)
Todo lo posible es también pensable.
En condiciones análogas
la evanescencia de los mercados
convive con las gónadas
que no remiten al fonoestilema
pero participan del valor
de lo sutil:
Nos unen estas diferencias,
el resto son cadenas que circulan
para que puedas elegir:
En las góndolas hay glándulas
para todo lo deseable.
No se expresa lo que no interesa,
la censura se incorpora con el
lenguaje: nadie puede decir todo.
El discurso poético tiene sus propias
cláusulas, como el patológico y el
pseudopatológico. Sólo los intereses
son inseparables.
Las relaciones determinan los
movimientos, los modos de comer,
comunicar, comerciar y carcomer.
La merma de mercancías aceptables,
accesibles y deseables profundiza
la necesidad de experimentar con
los límites reconocidos como propios
con los recursos de la oferta y la
demanda.
Hay que trabajar la capacidad de
autocensura. Todo lo que es, puede
ser desarrollado y tornar en algo nuevo:
Damos signos.
No es necesario ir a un descampado
para acampar y esperar que escampe.
No hace falta ir a menos, montar
un pingo ajeno para ir al monte
a desmontar.
El desmonte crece por naturaleza
a ambos lados del horizonte del
discurso propio, sea normal o
patológico. Una lengua que se precie
debe acompañar el sesgo evolutivo
del paisaje humano.
Todo lo imposible es también pensable,
como cualquier adverbio.
No hace falta decirlo todo
ni aspirar a lo imposible, hay sentidos
connotados a disposición para cualquier
creyente que se precie.
El mercado de epifanías
es pródigo y ubérrimo: Todo aquello
que no se ha manifestado, puede hacerlo
en cualquier momento.
Hay que estar atento, trabajar la métrica
de modo empático y adaptar la sintaxis
a los deseos que no se manifiestan.
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