(Horacio Ruminal)
Un habitante sin fronteras
no sabe estar solo:
La soledad tiene sus límites,
éstos pueden ser ajenos o no
a la voluntad habitada.
Hay límites que no nos pertenecen,
sólo nos habitan.
Un habitante sin fronteras
encuentra su propio sentido
de pertenencia en cualquier parte.
Hay hábitos comunes y específicos.
Somos una especie que está sola,
las demás no nos comprenden:
Pueden compartir nuestros espacios,
hábitos, un metabolismo, un sistema
nervioso central y hasta algunos
sentimientos. Pero no más que eso.
Ellos tienen sus límites; son otros.
Sabemos que estamos solos
pero no sabemos estar solos:
Conocemos límites, aunque sabemos
que somos únicos, como nuestros vicios
y necesidades en continua evolución.
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