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lunes, 12 de septiembre de 2022

La evolución de la función poética

 

(Horacio Ruminal)

      

                La poesía se ha transformado en eso

                que huye, a toda velocidad, de los            

                poetas

                               Matías José Morales

 

 

¿Estamos solos?


El poeta supo estar solo

a través de los siglos

su singladura adquirió distintas

formas, pero la soledad nunca

lo abandonó.


Esa condición, lo definía como

un ser extraño entre sus pares,

que apartado del mundo y sus

bullicios, era capaz de observar

desde lo alto, aquellas profundidades

de la vida que lucen ocultas

para la mayoría de los mortales,

y revelar aquello en sus poemas.


Más allá de esa imagen de seres

solitarios y extraños, el mundo

valoraba lo que hacían; eran

reconocidos, como los filósofos.


Y el poeta sabía que sus palabras

podían cambiar el mundo (Algunos

tuvieron que ocultarlas, u ocultarse

ante el peligro de recibir duras condenas

que incluían la pérdida de la vida: Otra

prueba, si hiciera falta, de que la poesía

nos puede cambiar la vida)

 

 

II

Pero el mundo cambió, el poeta de estos

tiempos, lejos de aquella soledad aceptada

como natural, desde una visión romántica,

hoy está rodeado de dispositivos que

multiplican estímulos a una velocidad

que no permite la menor distracción:


Hay que estar actualizado, todo cambia todo

el tiempo. No hay lugar para el ocio, el vicio

de la contemplación y mucho menos para la

reflexión profunda que demanda el poema

metafísico.


La búsqueda de la satisfacción instantánea

descarta la extensión tediosa, así como las

profundidades ontológicas:


El poeta debe aguzar su imaginación y

concentrar la producción de sentido

en objetos escuetos, breves y fugaces;

tan efímeros como la vida misma.

 

 

III

Debe evitar hablar de la función poética,

del discurso poético, del poema, del lenguaje,

del sentido de la palabra y de la palabra palabra.


Debe apelar a todos los recursos disponibles

para mantener un estado competitivo, y

ofrecer algo cuyo interés esté al la altura

del todo el material circulante, conocido

como espam desde los nuevos valores

digitales.


Pero el poeta no está solo:

Sabe que hay otros que están haciendo

lo mismo, y probablemente mejor.


No puede descansar en sus laureles

-si tuviera alguno- ni esperar la decantación

de esos versos escritos el último domingo.


Hay que actualizarse, manteniendo su conexión

con el pasado, el futuro y lo que puede esperarse

del presente: el presente es de lucha, siempre lo

fue.


El poema escrito ayer, hoy puede resultar obsoleto,

y este humilde ensayo, sin pretensión poética,

ahora mismo empieza a ser un anacronismo.

 

¿No nos moverán?


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