(Amílcar Ámbanos)
Hay que hablar menos
y ensuciarse más:
Todos los cuerpos semovientes
autopercibidos vivos ensuciamos.
En cambio, la naturaleza no ensucia,
todo se asimila.
Hoy jugué a la mancha conmigo,
mancha venenosa: perdí, quedé
afuera, envenenado pero limpio.
La dignidad está en saber asimilar
la derrota y el fracaso, sin contaminar
ni contaminarse.
El fracaso no contamina
más que otras palabras.
No suelo hablar de mi, no me gusta
ensuciarme más de lo necesario.
Todos somos parte del juego, la
voluntad no cuenta: solo ensucia.
Las manos limpias no escriben
mejores metáforas, pero no está mal
como metáfora.
El juego limpio es más extraño, pero
toda aspiración, con o sin metáfora,
es parte de la realidad.
Es natural que la realidad contamine
a propios y extraños.
La voluntad es fuente de todo conflicto,
sea propia, ajena o apropìada:
solía escribir con su dedo gordo en el aire
un portador sano.
Escribir en el aire no contamina ni ensucia,
aconsejaba un poeta oriental olvidado
(lo que no ensucia no perdura)
¿Habrá asimilado su fracaso?
¿Se puede hablar de fracaso?
-Sí, se puede, el fracaso no contamina
más que otras palabras: Hay que ensuciarse
para obtener algún resultado comprobable
y ver como el poema reluce en su cloaca.
(Hay cloacas que van a sobrevivirnos
por algún tiempo. Después, todo se asimila)
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