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miércoles, 2 de noviembre de 2022

Los juegos limpios

 

(Amílcar Ámbanos)

 

Hay que hablar menos

y ensuciarse más:


Todos los cuerpos semovientes

autopercibidos vivos ensuciamos.


En cambio, la naturaleza no ensucia,

todo se asimila.


Hoy jugué a la mancha conmigo,

mancha venenosa: perdí, quedé

afuera, envenenado pero limpio.


La dignidad está en saber asimilar

la derrota y el fracaso, sin contaminar

ni contaminarse.


El fracaso no contamina

más que otras palabras.


No suelo hablar de mi, no me gusta

ensuciarme más de lo necesario.


Todos somos parte del juego, la

voluntad no cuenta: solo ensucia.


Las manos limpias no escriben

mejores metáforas, pero no está mal

como metáfora.


El juego limpio es más extraño, pero

toda aspiración, con o sin metáfora,

es parte de la realidad.


Es natural que la realidad contamine

a propios y extraños.


La voluntad es fuente de todo conflicto,

sea propia, ajena o apropìada:


solía escribir con su dedo gordo en el aire

un portador sano.


Escribir en el aire no contamina ni ensucia,

aconsejaba un poeta oriental olvidado

(lo que no ensucia no perdura)


¿Habrá asimilado su fracaso?


¿Se puede hablar de fracaso?


-Sí, se puede, el fracaso no contamina


más que otras palabras: Hay que ensuciarse

para obtener algún resultado comprobable

y ver como el poema reluce en su cloaca.


(Hay cloacas que van a sobrevivirnos

por algún tiempo. Después, todo se asimila)


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