(Teodoro Losper)
Acá no hay pique,
oyó decir a su coequiper
y ex compañero de equipo.
¿Y qué? Replicó Piqué.
Nada, que no hay pique hombre,
reafirmó el otro con la vista fija
en la inmovilidad del agua, que
se extendía en un mismo plano
a sus cañas y miembros paralelos.
Piqué no se inmutó, tenía experiencia
y conocía los distintos piques:
El pique es algo imprevisible, depende
de muchos factores y nunca se sabe
en qué resulta hasta que ocurre.
Sí, pero hace horas que no se mueve nada
y no parece que vaya a pasar algo…
Las cosas pasan cuando tienen que pasar,
y hay que contemplar que puedan, incluso
no pasar.
Tiempo perdido, con tanto que hay por
hacer…
Yo nunca fui de picar al vacío, pero tengo
una carrera hecha, una fortuna bien ganada,
las mujeres que deseo y además soy joven.
No me quejo, ni creo haber perdido el
tiempo. Este mundo es perfecto, para quien
sabe aprovecharlo. No todos somos Piqué,
pero siempre hay pique.
Está bien, pero ahora creo que no lo estamos
aprovechando, ya es una espera razonable…
No creo, pescar es una aventura; no sería tal
si hubiera un resultado seguro. En toda
aventura hay riesgo, azar, incertidumbre.
Allí reposa la emoción.
¿Qué emoción? Hace horas que estamos acá
mirando el agua, quieta como la muerte. Ni
el mar Muerto debe estar así…
Esa no es la actitud. Somos libres, estamos acá
porque queremos, nadie nos obliga a pescar
nada y ni siquiera lo necesitamos para comer.
Esa es la diferencia entre la aventura, el deporte
y el trabajo de quien depende de ésto para
subsistir. ¿Qué nos importa la pesca?
Aunque no pesquemos nada disfrutamos
esta libertad.
Es un poco aburrido para mi gusto, si al
menos hubiera pique…
El pique es como la gravedad: siempre está,
aunque no se vea. Y está en todas partes;
cuando menos se lo espera, aparece. Sólo
hay que estar disponible.
¿Y si picamos algo?
No sé, yo ya piqué.
No hay comentarios:
Publicar un comentario