(Encarnación Segura)
Era una persona centrada,
verosímil en sus apreciaciones
y sensata en sus juicios de valor
que rayaban la corrección.
Pero, en ocasiones, decía cosas
fuera de lugar.
Ante todo, si somos capaces de
observar empatía, hay que ponerse
en el lugar del otro; tengo para mí.
Si todos pudiéramos ponernos en
ese lugar, nadie diría esas cosas y
gozaríamos de la sana convivencia
sin mayores conflictos.
Pero necesitamos al otro
para que asuma sus culpas
y pague por ellas.
(También lo necesitamos para poder
diferenciarnos y gozar en libertad
del sentido de pertenencia)
Luego, con la sentencia firme y
bien ejecutada, las condiciones sí
serían, por fin, otras:
Habría más lugar, sin esos otros,
y más lugares de expansión para
disfrutar con empatía.
Todos seríamos pares
y cualquiera podría decir cualquier
cosa con toda libertad, sin temor a
ser tergiversado por terceros.
Un tercero siempre es otro,
y no siempre lo vamos a necesitar
ni a soportar.
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