(Horacio Ruminal)
Una lengua de agua
besaba la hondonada,
no lejos del monte que se alza
tras la llanura.
Tendría que montar
y llegarme hasta el monte
antes que sea tarde, pero salí
sin montura y no acostumbro
a montar en pelo.
Para peor, olvidé también mi flete,
mi alazán, te estoy nombrando…
Es inútil nombrar al que no está,
si no estuviera tan lejos me oiría,
aunque no sé si vendría:
el caballo no tiene una relación
muy entrañable con su nombre,
que en realidad ni siquiera es suyo:
no lo eligió como nosotros.
Tendría que ir al monte a desmontar:
ya comenzó la temporada de desmonte.
Pero no monto sin montura, ni a mi
alazán ni a naides.
No, hoy no es mi día.
La lengua de agua no me dice nada,
ni arruga: permanece inmóvil como
sólo un cuerpo líquido puede hacerlo.
Me refleja y me tienta, mi sed le atrae
(mi sed humana reflejada en esa lengua
líquida e inmóvil)
La tentación es intensa, se me hace agua
la lengua. Pero no la bebería, todavía no:
Hoy no es mi día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario