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viernes, 9 de febrero de 2024

Profesiones que se pierden

 

(Epilobio Asking)

 

La proliferación y profusión

de profesiones disponibles, que

redunda en una creciente diversidad

de opciones en la elección de la

vocación a abrazar, tiene también

su lado oscuro, es decir efectos

indeseables:


El aumento de la oferta, ha conspirado

contra algunas profesiones que, en otros

tiempos no lejanos, gozaban de una alta

valoración, como la profesión de fe.


La división del trabajo, del conocimiento

y de todo lo conocido, como producto

del desarrollo de la diversidad, no sólo ha

generado nuevos géneros en una cifra

nunca definitiva, sino que ha sembrado

dudas, que se reproducen sobre el ejercicio

de la fe, ya sea como profesión o como

simple afición o inclinación.

 

 

II

Se cree cada vez menos; el conocimiento

avanza y se reducen los misterios, que son

el recurso natural y esencial para el cultivo

de la fe.


Y la poca fe que aún subsiste, es de calidad

inferior y ciertamente dudosa. Cada tanto,

aparece algún falso profeta o mesías, y

cosecha adhesiones entre las masas incautas,

de ignorantes y desesperados:


La gente no instruída en los beneficios de la fe

verdadera, termina aferrándose a cualquier cosa

como consecuencia del desencanto, la decepcion

y la desesperación.


Aquellas grandes religiones, que convocaban

multitudes y fueron parte activa de nuestra

historia, languidecen evocando su pasado, mientras

todo tipo de pastores, advenedizos y oportunistas

medran con los atributos de la fe y captan seguidores

diezmando aquellos rebaños formidables.

 

 

III

La profesión de fe, algo tan respetable en otros

tiempos, se ha convertido en algo anómalo y hasta

sospechoso: Hoy es objeto de estudio en ciertos

círculos académicos que investigan patrones de

conducta, en relación a los diversos cuadros

patológicos en franco crecimiento.


Las personas más sensatas o razonables, que si

bien habían perdido la fe en el Orden Sobrenatural

seguían confiando en el orden secular y en sus

representantes políticos, también resultan ahora

presas de los falsos mesías y sus prédicas engañosas,

discursos encendidos que abrevan en el odio

primordial, desbordantes de promesas delirantes,

cifras no verificables y profecías azarosas.


Cuesta creer, pero la decepción y el fracaso de la

buena fe, nos está llevando a creer en cualquier

cosa.


Las verdades son cada vez más provisorias, nada

es seguro. No podemos confiar ni en el prójimo, a

sabiendas que puede encubrir a un enemigo.


Cuesta creer hasta en los profesionales: No sabemos

que intereses hay detrás de ellos, nadie es ajeno.


En verdad, los caminos de la fe son infinitos, pero

se cree cada vez menos: Acaso se trate de un camino

sin retorno…


Lo cierto es que cada vez es más costoso

inclinarse a creer, me inclino a creer.


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