(Epilobio Asking)
La proliferación y profusión
de profesiones disponibles, que
redunda en una creciente diversidad
de opciones en la elección de la
vocación a abrazar, tiene también
su lado oscuro, es decir efectos
indeseables:
El aumento de la oferta, ha conspirado
contra algunas profesiones que, en otros
tiempos no lejanos, gozaban de una alta
valoración, como la profesión de fe.
La división del trabajo, del conocimiento
y de todo lo conocido, como producto
del desarrollo de la diversidad, no sólo ha
generado nuevos géneros en una cifra
nunca definitiva, sino que ha sembrado
dudas, que se reproducen sobre el ejercicio
de la fe, ya sea como profesión o como
simple afición o inclinación.
II
Se cree cada vez menos; el conocimiento
avanza y se reducen los misterios, que son
el recurso natural y esencial para el cultivo
de la fe.
Y la poca fe que aún subsiste, es de calidad
inferior y ciertamente dudosa. Cada tanto,
aparece algún falso profeta o mesías, y
cosecha adhesiones entre las masas incautas,
de ignorantes y desesperados:
La gente no instruída en los beneficios de la fe
verdadera, termina aferrándose a cualquier cosa
como consecuencia del desencanto, la decepcion
y la desesperación.
Aquellas grandes religiones, que convocaban
multitudes y fueron parte activa de nuestra
historia, languidecen evocando su pasado, mientras
todo tipo de pastores, advenedizos y oportunistas
medran con los atributos de la fe y captan seguidores
diezmando aquellos rebaños formidables.
III
La profesión de fe, algo tan respetable en otros
tiempos, se ha convertido en algo anómalo y hasta
sospechoso: Hoy es objeto de estudio en ciertos
círculos académicos que investigan patrones de
conducta, en relación a los diversos cuadros
patológicos en franco crecimiento.
Las personas más sensatas o razonables, que si
bien habían perdido la fe en el Orden Sobrenatural
seguían confiando en el orden secular y en sus
representantes políticos, también resultan ahora
presas de los falsos mesías y sus prédicas engañosas,
discursos encendidos que abrevan en el odio
primordial, desbordantes de promesas delirantes,
cifras no verificables y profecías azarosas.
Cuesta creer, pero la decepción y el fracaso de la
buena fe, nos está llevando a creer en cualquier
cosa.
Las verdades son cada vez más provisorias, nada
es seguro. No podemos confiar ni en el prójimo, a
sabiendas que puede encubrir a un enemigo.
Cuesta creer hasta en los profesionales: No sabemos
que intereses hay detrás de ellos, nadie es ajeno.
En verdad, los caminos de la fe son infinitos, pero
se cree cada vez menos: Acaso se trate de un camino
sin retorno…
Lo cierto es que cada vez es más costoso
inclinarse a creer, me inclino a creer.
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