(Aparicio Custom)
El mundo escupe por la boca
lo que no puede digerir.
El vértice desnudo de una boca
entrecerrada, en estado de reposo
nos mueve a vacilar:
Ninguna boca expresa lo que es.
Aunque se cierre sobre sí
y se contenga. Somos bocas:
Cavidades poderosas como pocas
que reposan una vez cumplida su
función.
Servimos a distintas bocas; el cuerpo
es una prolongación de la boca:
Ella nos emite, y nos dispara hacia
otras bocas. Probamos y aprobamos
con la boca.
Sin este órgano cóncavo e inquieto
no habría presas ni oportunidades
para ningún metabolismo sano.
Una boca sana y su sonrisa luminosa
son garantía de salud para cualquier
relación, estable o inestable con el
mundo.
¡Cantemos a la boca, oremos por nuestras
oralidades y los órganos subalternos!
¡Unamos nuestras bocas y sus babas
hermanados en un canto sororal!
II
Para la boca del poder, todos somos presas.
Pero ninguna boca es lo que expresa.
Algunas emiten órdenes, sentencias y decretos;
otras callan, y guardan sus secretos.
Los amantes comparten secreciones, fluídos
íntimos, deseos, en su juego intenso y efímero
como esta bocanada.
Toda boca es parte de un equívoco:
El mundo escupe por la boca
lo que no puede digerir.
Cantemos a las bocas de tormenta,
a nuestras próximas presas y al
pasaje de fluídos que circula
y siembra futuro, así como a los
deseos desbocados y al goce en
usufructo.
Cantemos a las bocas vacantes o vacías
y al vacío que nos emite y nos hace
emitir, cantar y repetir el canto que
aprendimos.
Por la boca muere el pez: Cantemos
dando gracias por no ser peces.
Cantemos la canción del pescador,
esa que sabemos todos.
Cantemos hasta escupir los últimos
dientes.
Y luego, elevemos una oración
con nuestras bocas desdentadas
a las prótesis del porvenir.
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