(Encarnación Segura)
Los peces no son lo que parecen:
No se trata sólo de un volumen
de cuerpos animados que abultan
nuestras aguas y se comen entre sí.
Como nosotros, tienen ojos, boca, sexo,
esfínteres y carecen de exoesqueleto.
Algunos son tan sociales como nosotros.
Pero más allá de semejanzas y diferencias
los peces son una perfecta metáfora de la
vida: Son dinámicos, fluyen y se nos escapan
de las manos al querer asirlos.
Resbaladizos, van y vienen con un sentido
que nos es ajeno. Pueden nadar contra la
corriente, aunque sólo cuando están vivos.
No los conocemos mucho, pero sabemos
saborearlos y aprovechar sus nutrientes.
La diferencia entre pez y pescado, es la
única que nos importa: Resulta esencial
para el consumo, como todo participio pasado.
El pasado es como el mar, un océano mucho
más antiguo que nosotros. Acaso hayan sido
los peces la primera expresión de vida, más
o menos significativa.
Se presume que después de demorarse un tiempo
en su juego creativo con bacterias, bacilos y toda
esa fauna menor, Dios concibió a los peces,
para poblar tanto volumen de agua ociosa, y
emprender su proyecto evolutivo y amoroso.
Luego, vio que era bueno
y dispuso su multiplicación para que todo
fluyera según el Plan Divino.
No es casual que, más tarde, mostrara una
particular afición por los pescadores:
No sólo es uno de los oficios más antiguos
del hombre, sino que tiene un significado especial:
La pesca y la fe, son inseparables, siendo aquella
el primer acto de fe que se conoce.
Todas las formas de pesca practicadas a lo
largo de la Historia, incluso antes de la conquista
de la palabra conciencia, expresan el poder de la
fe.
De otro modo, es impensable que alguien arrojara
algo al agua, como una red o una humilde tanza
con un señuelo, esperando algo incierto, y
destinando un tiempo, también incierto, a esa
actividad dudosa, pudiendo aprovecharlo para
algo más útil, como ir por una presa terrestre,
entre las tantas que el Creador puso a nuestra
disposición..
La fe es la única respuesta: Para cazar, no hace falta
el concurso de la fe; basta con un poco de astucia.
Pescar, es un acto de fe: Ambas mantienen una
necesidad recíproca, creemos.
No compartas tus pecados con prójimos necesitados,
enséñale a pescar los suyos.
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