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miércoles, 11 de junio de 2025

Poema para ser leído por encima

 

(William Arsenio Pereyra) 

 

Un poema puede despertar interés

como despertar sospechas. A veces

se confunden, y otras, no despiertan

nada.


Depende de dos cosas: Del poema,

y de la forma en que se lea, así como

del momento:


Hay una disonancia cronológica; el

mismo poema leído a los 20 años, es

otro a los 60 y otro a los 90, y así...


Los intereses cambiaron, no leemos lo

mismo, ni lo hacemos igual. Nunca

fuimos los mismos, pero al poema no

le interesa:


Se mantiene ajeno a los cambios, y no

va a cambiar:  Sabe que no puede 

cambiar nada.


Por encima del poema, está el lector,

plural, disperso, indefinido, inacabado

en sus distintas lecturas.


¿Es materia muerta el poema?

¿O es sólo materia en estado de reposo

que se activa con la lectura adecuada?


En principio, es materia. ¿Hay una lectura

adecuada, además de la mia?


¿Cómo determinar si lo estamos leyendo

en la forma correcta, para extraerle todo

su valor y aprovecharlo?


¿Puede una lectura calificada altamente

agregarle valor?


¿Cuál es la sensación esencial que debería

entregarnos un poema que se precie, leído

como se debe?


¿Podría, una lectura a vuelo de pájaro, ser

más fructífera que otras, en ciertos poemas

que contienen cuervos, ruiseñores,  o aves

de corral?


Por último: Ante el fracaso funcional 

¿Hay que sospechar de la lectura, o sólo 

del poema?


Depende, puede haber otras lecturas. Pero 

un buen poema es siempre sospechoso.

 

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