(Horacio Ruminal)
Hay sociedades que se están
quedando solas. El índice de
crecimiento demográfico arroja
valores negtivos.
Un problema que se extiende
y amenaza con establecerse como
tendencia, en el mundo desarrollado.
Los otros no la llevan mejor, y
podrían correr esa misma suerte: las
tendencias que impone el desarrollo
suelen replicarse en países periféricos
o marginales.
¿El desarrollo evoluciona hacia la
extinción inteligente? ¿Se produjo
un error no forzado?
Hay diversos factores concomitantes,
como el costo de la vida, una creación
humana que nunca dejó de crecer:
Ésto hace que personas gestantes, y hasta
engendrantes vacilen ante el ejercicio del
mandato reproductivo, en condiciones
poco sustentables.
Luego, el avance del individualismo
impuesto por los mercados y la industria
del conocimiento, junto a las usinas de
propagación ideológica, conduce a muchas
personas a revalorizar las ventajas de
la soledad, descartando la familia como
célula básica del tejido social, eligiendo
incluso familias alternativas con animales
no humanos.
¿Nos quedaremos solos, al final?
¿El final lo hacemos entre todos?
¿Serán otros animales quienes hereden
todo el volumen de nuestra propiedades?
¿Es mejor estar solo?
Hay una soledad deseada, y otra padecida,
no son idénticas. Es verdad que hay deseos
que florecen en soledad, como especies que
sólo desarrollan en cuativerio.
Pero, en el fondo, nadie quiere estar del
todo solo, y cada uno desarrolla su estrategia
y sus propios recursos para eludir o gambetear
la soledad insana, o al menos controlarla.
El caso de D.C., una conocida ex modelo y
panelista, es un ejemplo ilustrativo: Amaba tanto
a su gato, que no pudo soportar su ausencia.
Él era su familia, y su muerte la dejó desolada
y sola. Pero encontró una solución:
Lo embalsamó, y ahora sigue disfrutando su
compañía cada día.
Lo puede mirar, acariciar, peinar, hablarle (todas
esas cosas que solemos hacer con un gato cuando
está vivo)
El amor es más fuerte:
La muerte de un ser querido nos abate, pero
es algo natural y no tiene solución.
La soledad, sí.
Claro, nadie se embalsama solo.
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