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viernes, 27 de junio de 2025

El aspirante fracasado

 

(Elpidio Lamela)

 

Un aspirante fracasado, no

tiene nada que perder, lo que

lo diferencia del perdulario

nativo, en forma provisoria.


Cuando las diferencias son

demasiado sutiles, es difícil

que muchos las perciban,

decía un poeta binario.


Buscar algún sentido en el fracaso

es perder el tiempo, algo que todos

podemos hacer, salvo que no se tenga

nada que perder, ni aspirar.


Entre los poetas, reconocidos o no,

la perfección es una aspiración casi

tan común como el reconocimiento.


Pero, por lo común no es alcanzada.

Aunque queda el beneficio de la duda:

¿Podría, el poema perfecto, serlo

sin ser reconocido como tal?


Del éxito al fracaso, hay un paso,

y el poema perfecto podría no ser

extraordinario y pasar perfectamente

inadvertido, si no le sobrara

un adjetivo:


Hay diferencias tan sutiles, que nadie

las reconoce ni detecta: lo que hace

posible la unidad del discurso poético,

se suscriba o no, como el económico,

el político y otros subsidiarios:


Nada que le importe demasiado

al perdulario: En su unidad individual

no siente que tenga nada que perder:


No valora la pérdida, ni reconoce otro

fracaso que el ajeno: una forma de rozar

la perfección.


Ésta puede ser un punto de llegada

o de partida, pero en es punto

no hay mucho que aspirar.


Lo perfecto, como lo exacto, son

condiciones ajenas a la naturaleza

humana, y al sujeto que aspira:


Como cualquier poeta o aspirante

que vuelve a fracasar y reconoce.


Hay poemas buenos y malos, algunos

extraordinarios. Pero las diferencias

suelen ser sutiles, afirmaba el poeta

binario.


 

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