(Elpidio Lamela)
Un aspirante fracasado, no
tiene nada que perder, lo que
lo diferencia del perdulario
nativo, en forma provisoria.
Cuando las diferencias son
demasiado sutiles, es difícil
que muchos las perciban,
decía un poeta binario.
Buscar algún sentido en el fracaso
es perder el tiempo, algo que todos
podemos hacer, salvo que no se tenga
nada que perder, ni aspirar.
Entre los poetas, reconocidos o no,
la perfección es una aspiración casi
tan común como el reconocimiento.
Pero, por lo común no es alcanzada.
Aunque queda el beneficio de la duda:
¿Podría, el poema perfecto, serlo
sin ser reconocido como tal?
Del éxito al fracaso, hay un paso,
y el poema perfecto podría no ser
extraordinario y pasar perfectamente
inadvertido, si no le sobrara
un adjetivo:
Hay diferencias tan sutiles, que nadie
las reconoce ni detecta: lo que hace
posible la unidad del discurso poético,
se suscriba o no, como el económico,
el político y otros subsidiarios:
Nada que le importe demasiado
al perdulario: En su unidad individual
no siente que tenga nada que perder:
No valora la pérdida, ni reconoce otro
fracaso que el ajeno: una forma de rozar
la perfección.
Ésta puede ser un punto de llegada
o de partida, pero en es punto
no hay mucho que aspirar.
Lo perfecto, como lo exacto, son
condiciones ajenas a la naturaleza
humana, y al sujeto que aspira:
Como cualquier poeta o aspirante
que vuelve a fracasar y reconoce.
Hay poemas buenos y malos, algunos
extraordinarios. Pero las diferencias
suelen ser sutiles, afirmaba el poeta
binario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario