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jueves, 12 de junio de 2025

Excesos peligrosos

 

(Antístenes Oquendo)

 

Entre los conocidos, no sobresale

el exceso de pureza como prurito,


pero sus consecuencias no son menores

a las de otros excesos que solemos

compartir.


Del mismo modo, hay conductas excesivas

que producen efectos contrarios a los que

se deseaban: Es difícil negarse a compartir

excesos, sean propios o ajenos.


(Tampoco hay que excederse en esta clase

de reconocimientos: No es tarea sencilla

establecer los orígene del exceso)


Es difícil negarse, decir no, es siempre más

trabajoso que aceptar.


Así, hay quienes se encierran o se aislan

procurando evitar compartir estos excesos.

Una conducta excesiva, con resultados

lamentables, como casi todos los excesos.


Llevado al extremo, el deseo de pureza

nos separaría, no sólo de nuestros semejantes o

sospechosos de serlo, sino del mundo sensible

en su conjunto y, acaso algo peor, del orden

simbólico.


No hay deseo puro, ni discurso: Ni siquiera

existe la poesía pura, o libre de impurezas.


La misma búsqueda de pureza, impulsada por

el deseo excesivo, lleva al sujeto deseante a

promover y celebrar la reproducción sin control

de sus glóbulos blancos:


Reconoce en el blanco el grado cero de lo puro,

y acaba convirtiéndose en un descomunal leucocito,

(salvando la contradicción con el diminutivo)

el blanco perfecto de su propio exceso:

Un anticuerpo.

 

 


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