(Cósimo Stancatto)
La masturbación es un acto de fe.
Muy pocos animales la practican,
y de ellos, sólo el humano lo hace
a conciencia.
La conciencia, hace que nos ocultemos
reservando esta actividad a la intimidad.
Nadie tiene por qué compartir nuestra
fe; no lo haríamos aunque no estuviera
penado hacerlo en público, salvo algún
caso patológico.
(Estos casos, sólo se desarrollan en humanos,
por haber desarrollado una conciencia superior)
Lo mismo ocurre con la fe: Los animales no
la conocen aunque puedan masturbarse.
Lo suyo es un acto mecánico, una respuesta
primaria a un estímulo banal.
La masturbación animal es tan irrelevante
como intrascendente: les da lo mismo
frotarse o abrazarse a cualquier cuerpo,
aunque sea un muñeco, o una muñeca
desmembrada: No tienen amor propio.
II
La mente humana es mucho más compleja
y sofisticada, puede producir sentido en
muchas formas y cultivar todo tipo de
pasiones y cultos, incluso en soledad.
El desarrollo del conocimiento y la evolución
operada, han cambiado la valoración de la
práctica masturbatoria. Durante siglos, fue
condenada por los templos y autoridades de
la fe, pero hoy la ciencia le reconoce algunos
beneficios:
La masturbación controlada es una práctica
saludable, que activa distintas funciones
naturales propias de un organismo sano.
Onán era un dios. Lo sigue siendo para muchos,
no le faltan feligreses, aunque no lo confiesen.
Los Arcanos de este culto, sostienen que la llama
de la fe es inextinguible, y lo postulan como arte.
Los misterios de la fe son infinitos, conocemos,
y tal vez nunca nos sean revelados.
Algunos van más lejos, y califican a este
acto como un sacramento, aconsejando y
previniendo a la feligresía:
No te masturbes en vano, hermano.
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