(Epifanio Webber)
La especulación al poder:
Cuando alguien propuso esta consigna,
causó cierta perplejidad: Parecía una burla,
un contrasentido que no podía ser tomado
en serio (aunque muchos suelen serlo).
Analistas, semiólogos y estudiosos de diversas
disciplinas vinculadas al lenguaje como recurso,
concluyeron que era un absurdo:
La especulación no necesita promoción, es la
esencia del sistema en que producimos, nos
relacionamos y vivimos. Todos nuestros
vínculos son tributarios de esas relaciones de
producción que determinan las acciones y
pasiones de nuestro mundo humano.
Luego, no puede llegar al poder porque ya
está ocupando ese lugar, y con cierto éxito.
Pero algo se podría hacer con esa frase;
algo se podía cambiar sin cambiar nada
del contenido, y darle otro sentido sin
cambiar una palabra.
El aporte de un poeta autodidacta, ya retirado
de la actividad, que entre otros anacronismos
cultivaba el respeto por los signos de puntuación,
causó cierto efecto entre las autoridades del
quehacer discursivo, abocadas al estudio y
aprobación de consignas, eslogans y otros
emprendimientos retóricos.
La idea parecía descabellada, como suelen serlo
las de los poetas, pero abría otros espacios para
el desarrollo del pensamiento, en función de los
recursos semánticos para afrontar los desafíos
del futuro:
La misma frase, sin sacarle nada, pero agregando
dos signos de interrogación que la contuvieran,
no sólo adquiría otro sentido sino que habilitaba
la producción de otros.
Un redactor publicitario, que acreditaba estudios
filosóficos, filológicos, teosóficos y semiológicos
se entusiasmó con la novedad y, después de evaluar
con su equipo de asesores y consultores, concluyó:
En estos tiempos complejos, de inestabilidad continua
que atraviesa la realidad histórica, signada por la
confusión general y la crisis de valores, es necesario
que las consignas y productos discursivos que
introduzcamos se adapten a estas condiciones
como para generar empatía y ser aceptadas por la
opinión pública (sabemos que con empatía, ella es
capaz de aceptar cualquier cosa)
El signo de interrogación, abriendo y cerrando el
mensaje, abre nuevas perspectivas a futuro,
profundizando las dudas de todo orden y generando
oportunidades para nuevas respuestas a futuro, que
oportunamente produciremos.
La apuesta a futuro debe renovarse a cada paso, es
el recurso renovable por antonomasia: el pasado
está contaminado (nadie resiste un archivo) por
pujas ideológicas, y el presente es de lucha pero tan
dudoso como lo anterior, para ser generoso.
Generar preguntas es lo más productivo y criterioso
que se puede hacer por el momento. Abrir nuevos
horizontes para la expansión del pensamiento, por
fuera del modelo binario y la respuesta taxativa.
Mostremos que tenemos algo nuevo que ofrecer, y
que no es poco: Que cada consigna política sea
una pregunta multiplicadora, que florezcan las
preguntas en todos los sentidos hasta que la propia
evolución alumbre el brote de un sentido nuevo,
superador y universal…
Mientras nosotros seguimos especulando,
como los buenos poetas, que trascienden
la naturaleza de sus propios límites
y desafían el futuro de toda incertidumbre.
¿La especulación al poder?
¿Sí, se puede? ¿Siempre se puede estar peor?
¿Vamos por más?
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