(Onésimo Evans)
Entre víveres ajenos
reconocí el perfume de mi sombra,
perpendicular al cielo,
sola y tributaria como tantas
pero solidaria y única
en su género.
Estaba ahí, proporcional, desnuda,
entablando simetrías que el alma
reconoce:
Los muertos también emiten sombra,
pero los dioses no reparan
y las comparaciones son odiosas,
o incómodas.
Mi sombra es cómoda a esta hora.
Tiré la toalla al mar
y vi que amancillaba, no había pique.
Los víveres permanecían tan ajenos
como indiferentes, contemplé:
Las condiciones cambian, sólo
las almas no se reproducen
(su cantidad es estable, como la
materia)
Completé mi desnudez a nivel del mar,
antes de incorporarme al sueño
de los víveres más justos.
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