(Nicasio Uranio)
La sangre derramada no se altera,
sigue su carrera a la par nuestra.
No alcanzó para cambiar la Historia
pero no se detiene: avanza a mansalva.
La sangre derramada no se altera,
no se evapora ni se descompone.
No sirve como combustible para que
arda la razón y se aplaquen los lamentos
de los traicionados y sus deudos.
La Historia ya pasó, nadie habla de ella:
Ni sus deudos.
No hay vencedores ni testigos,
los testimonios válidos caducaron,
habían vencido antes del amanecer.
La rebeldía se considera un atavismo
o bien, una conducta patológica: Es
lo único que queda del pasado, junto
a la bandera.
Lo esencial, sigue siendo invisible
y ya no hay riesgos: llegado el caso,
se dispone de recursos para invisibilizarlo.
La sangre derramada no se altera
ante los sucesivos vencimientos,
es un caudal que crece, avanza
al ritmo del progreso.
Aceptamos los índices, guarismos
y el aumento de las tasas de crecimiento.
La velocidad se expande, todos los recursos
que sirvan a la expansión son bienvenidos.
La sangre derramada no se estanca, avanza,
mientras seguimos avanzando y aceptando:
Es natural que todo fluya, la sangre sólo
sabe circular.
La proporción de dadores universales
se mantiene estable, y no se espera que
nada cambie ni se altere.
La sangre derramada no se altera,
sigue su carrera a la par nuestra.
Confiamos en las bocas de tormenta
y seguimos entonando Aurora, ante
la misma bandera que nos saluda
sin perder la memoria.
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