(William Arsenio Pereira)
¿Oyes roer?
yo roo, Ro,
como buen roedor.
Los roedores cumplimos una función
primordial en este mundo corroído
por la ambición y la codicia de otros
mamíferos. No los nombro:
Prefiero roer. Roo y corroboro.
Hay que saber roer y compartir
el mundo con los que merodean
a la espera del error en el roer
del otro.
Podría parar de roer para contemplar
mi obra y disfrutarla. Pero si todos
los roedores dejáramos de producir,
el mundo se dentendría y nuestros
dientes crecerían en forma desorbitada.
Tal es su diseño, dizque divino; sin
duda exitoso, ya que a partir de nosotros
surgieron todos los mamíferos que nos
rodean, incluso el merodeador que nos
desprecia y combate:
Dice que somos plaga, no sé cómo se
autopercibe. Si no fuera que tengo que
roer le diría un par de cosas, pero no
nos es dado dejar de roer:
Estamos condenados a roer casi todo el
tiempo; al éxito hay que sostenerlo, y eso
es lo más trabajoso. Llegar, llega cualquiera.
Yo roo, Ro. Los roedores tenemos una
misión y estamos condenados al éxito.
Seguiremos royendo cuando estos soberbios
advenedizos y oportunistas sean sólo un
mal recuerdo de la biomasa.
Roamos, Ro. Amo roer y amo lo que roo.
He roído mucho, me he cansado poco:
No sé si tenemos más futuro que pasado.
Pero estamos condenados a roer
hasta que se acabe el mundo
y no haya nada que hacer
ni que roer.