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viernes, 3 de noviembre de 2023

La carne del poema

 

(Senecio Loserman)

 

Entre los cuerpos blandos

que vacilan con normalidad,

los dioses eligen su carnada.


La carne del poema puede

ser seca y dura, amarga y

astringente en sus estrías

estragadas.


Todos los cuerpos tienen

flancos débiles, y una penosa

necesidad de dar: siempre hay

algo para dar, aunque no nos conste.


Un poeta es un cuerpo blando y

vacilante que puede creer en

ciertos dioses, o diosas no menos

penosas.


O velar por musas engañosas.


No hay poema sin engaño,

aunque lo llamemos recurso

o lo incluyamos entre las licencias

permitidas.


El poeta puede llamarse a engaño

y reconocer sus faltas verdaderas

¿Qué no puede?


Para qué hablar de lo que no se puede.


El cuerpo del poema generaba dudas:

El poeta lo observó, examinó sus

movimientos vacilantes y vio que era

bueno; funcionaba.


Un poema tiene que poder generar algo.

Todo lo que no genera, es dudoso.


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