(Remigio Remington)
No te pases de la raya,
me dije y lo agendé.
No fui yo, en realidad
me lo dictó la conciencia.
La voz de la conciencia
puede ser más o menos sabia,
pero no podemos dejar de oírla.
Hay una línea sutil entre
el discurso de la conciencia
y el otro, que sabe filtrarse
y engañarnos:
Es difícil ser objetivo
con esa línea imprecisa y borrosa.
No te pases de la raya, admite
más interpretaciones de las que
podría esbozar en unas líneas
escuetas como éstas.
Pero ya está agendado: Uno es
libre de agendar lo que quiera y
llevar su propia agenda a cualquier
parte, aunque entre en conflicto
con agendas ajenas.
La agenda nos organiza, para dar
un sentido orgánico a la actividad
de nuestros organismos. Más aún:
Es un orden para evadir el olvido.
A medida que la memoria declina,
como es natural, nos volvemos más y
más dependientes de la agenda:
Hay quienes no tienen una agenda
propia y acaban dependiendo de otra.
Yo agendo casi todo aunque después
lo olvide: Hay una línea borrosa, tras
la cual todo se olvida.
Muchos poemas que escribí, acaso
olvidables, nacieron de mi agenda:
Hay frases, enunciados, fórmulas y voces
que parecen irrelevantes como
lugares comunes. También lugares comunes
aún vigentes y palabras sueltas sin ningún
sentido, junto a otras opinables por el
exceso de sentidos.
Todo está guardado en la memoria
de mi agenda, dispuesto a lo que sea.
A veces las contemplo
y no hago nada, nada más que eso:
contemplarlas.
Hay que esperar: Todo podría ser útil.
No te pases de la raya, me advierte
mi agenda. Soy consciente, hay que
conocer los propios límites, para poder
identificarlos y respetarlos, evitando
las líneas enemigas.
Hay que convivir con ellos
y saber leer entre líneas.
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