(Horacio Ruminal)
En los albores de la práctica
del intercambio, casi coincidente
con los albores de nuestro
advenimiento como especie
altamente diferenciada, no había
ninguna referencia para establecer
valores, ni forma de evaluar.
Esta carencia primordial, hacía
imposible el intercambio justo,
tornándolo impracticable.
Se pagaba cualquier cosa por todo,
según criterios peregrinos y azarosos,
sin más fundamento que la voluntad
de las partes, o de una de ellas.
A menudo se pagaba con la propia
vida, o la de terceros, según la relación
de fuerzas (que es la forma de relación
que siempre se impuso entre nosotros)
Ésto no podía sino promover la injusticia
que, como es sabido, no sólo precipita la
violencia sino que es, en sí misma, una
forma de violencia.
La evolución dio lugar al desarrollo
de criterios más razonables, que junto
a la conquista de la propiedad, lograron
establecer sistemas de valores confiables
y organizar el mundo de los negocios,
es decir el nuestro, implementando una
cantidad de formas de pago, aptas para
propagarse tributando a un orden más
razonable.
La organización alcanzada en los diversos
tipos de comercio es la expresión de un
claro sesgo evolutivo.
A partir de la evolución de las formas de
pago los tipos de cambio, fue posible
acceder a un orden superior, que pudo
acotar la injusticia y la violencia a niveles
aceptables y sustentables.
Aunque todavía no lo hizo.
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