(Dudamel Rambler)
Nos hisopamos antes de ir
al hipódromo por las dudas:
Ella tenía una fija, no se podía
dejar pasar esa oportunidad.
Los domingos también, aunque
no son días hábiles, pueden ser
oportunidades:
No descansan las oportunidades.
Una criatura extraña, tan inesperada
como inoportuna, se nos apersonó
en medio del camino.
Era un ángel anómalo, bien diferenciado
de los genéricos qut todos conocemos:
asilvestrado, un ángel overo y cimarrón,
de sexualidad improbable.
-El juego no te salva, hermano…
¿Sos un ángel de la guarda?
-No, alguna vez lo fui, no importa de
quién, y fracasé. No soy reconocido
por mis pares, ni por mis superiores.
Aunque ya lo superé, ahora hago lo que
puedo: me aburro sin otra misión, soy
un ángel errante fuera de servicio…
Pero no puedo con mi naturaleza y trato
de salvar a algún condenado.
-Yo no me siento condenado…
-Ya sé, nadie se autopercibe ni asume su
condena, hasta que ya es tarde. Pero yo
tengo otros sentidos, sigo siendo un ángel
a pesar de mi apariencia y mi condición
excedentaria. El juego es una trampa.
-Sí, puede ser, pero hoy tenemos una fija
y en estos casos hay que jugarse entero.
Qué le voy a hacer…
-Bueno, yo ya cumplí con lo mío. Que
tengan suerte. Veré qué puedo hacer con
el caballo.
-¿Sabés cuál es?
-No importa, la carrera del juego es una
trampa, todos pierden. Ellos son parte
del juego, aunque para ellos no es un
juego…
No olvides, hermano, vos sabés:
La bosta de cualquier caballo, es bastante
más compostable que la tuya.
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