(Dudamel Rambler)
Mirar el mirlo cacarear
no altera al tero cuando piensa
en su vida interior, ensimismado
en su unidad ante el estero.
Yo, si quiero, puedo ulular mejor
que cualquier buho, piensa el tero.
Sólo que no quiero.
Son aves que no cultivan el arte
de la competencia y la imitación
no los excita.
Al tero no lo altera el canto del
ruiseñor, ni lo excita el trino del
benteveo o el alarde de la calandria
que imita cualquier canto y lo supera.
Aún rodeado de ajenos sonidos,
el tero sabe donde está su nido
sin necesidad de repetirlo.
Puede emitir una amplia gama
pero es austero a la hora de emitir:
Que otros cacareen, graznen, trinen
o parpen a la par y se repitan.
El tero puede esperar sin alterarse.
Ni lo altera el ulular del viento
cuando piensa en su vida interior
y se ensimisma en las notas irrepetibles
de su canto íntimo, que no emite ni
piensa emitir.
Él sabe lo que puede, y sabe cuánto
vale todo lo que podría hacer, si quisiera.
Sólo que prefiere no hacerlo.
Que otros ensayen y repitan sus gorjeos.
No es que no se de por enterado:
No es el tero criatura presuntuosa;
no se altera, ni necesita alterarse
para ser tero.
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