(Nicasio Uranio)
Las aves carroñeras van al cielo,
como todas las aves de este mundo
con vista al cielo.
Pero aquí en la tierra
hacen su agosto todo el año, saben
como conseguir víveres, cadáveres:
Si algo nos sobra, sabemos, son cadáveres.
Hasta en los mejores poemas,
hay cadáveres.
Sin duda, son un buen ejemplo para
tantas especies titubeantes que pululan,
atadas a metabolismos dudosos
y demorando el ritmo evolutivo con
su andar vacilante, sin capacidad de
decisión ni vocación de competir.
Los carroñeros no suelen ser presa
del desánimo o la depresión, propias
de quienes cargan con voluntades débiles
y metabolismos de tránsito lento.
Un poco de carroña no se le niega a nadie,
sólo hay que buscarla con voluntad y fe
en el propio deseo.
El mundo produce suficiente carroña
para todos, y todo indica que lo seguirá
haciendo sin merma durante un tiempo
razonable.
Hay motivos para creer y seguir cultivando
una fe moderada: Según las investigaciones
que disponemos, los carroñeros seríamos
casi los últimos en desaparecer.
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