(Serafín Cuesta)
Carne de última generación.
Carne lustral y sincopada
bien adobada y lista
para procesar.
La procesión avanza
hacia la noche.
La noche espera
en avanzado estado.
Los estados precipitan al pasar,
el brillo de la carne reposa
indiferente al ritmo líquido
y los cuerpos adorando,
impertérritos,
las formas provisorias ofrecidas
por el sacrificio del agua.
No todo es agua
en el brillo de la noche,
ni es oro el efluente de oraciones
ya elevadas.
Ni cobra actualidad la vigencia
ocasional de la pregunta aún
sin formular:
¿Hay algo que no pueda ser sacrificado
por el hombre?
No es necesaria la respuesta; nadie
la espera y valoramos la humildad:
Sabemos bien que sin sacrificio
nada se consigue.
No todo es agua en el brillo
de la noche evaporándose.
Pero los cuerpos de carne
la conocen, la contienen, y comercian
a ambos lados del océano.
Saben que es un recurso natural y
un insumo para la producción de
agua bendita.
Saben que también son agua,
y conocen su necesidad
abovedándose.
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