(Esther Miño)
O nos hacemos fuertes,
o nos hacemos miserables:
la cantidad de esfuerzo es
la misma.
Afirmaba un miserable que,
gracias a su esfuerzo, supo
hacerse cada vez mas fuerte.
Ahora es un reconocido
coaching ontológico.
(Esther Miño)
O nos hacemos fuertes,
o nos hacemos miserables:
la cantidad de esfuerzo es
la misma.
Afirmaba un miserable que,
gracias a su esfuerzo, supo
hacerse cada vez mas fuerte.
Ahora es un reconocido
coaching ontológico.
Ayer volví a soñar conmigo,
hacía tiempo que no me pasaba.
Algunos dicen lo soñé a Fulano,
me suena raro, como si soñar
fuera una acción voluntaria, y
uno pudiera elegir los personajes.
Decir me soñé me parece algo
redundante, además de expresar
una contradicción:
Si soy el sujeto que sueña, el otro
que está ahí no puede ser yo.
Prefiero la preposición “con” en
esos casos.
Luego, uno puede soñar con quien
sea, incluso consigo mismo, como
hice yo.
Hecha la salvedad, puedo volver a
soñar conmigo con notmalidad y
sin contradicción.
No hay que llevar al sueño
las contradicciones de la vigilia
que pertenecen a otra realidad,
como es bien sabido.
Cabe agregar, que más allá del
protagonismo que merezca, uno
no suele presentarse solo en los
sueños:
Se comparten, a veces, con seres
que ya no frecuentamos, algunos
muertos, o de estado e identidad
dudosos.
Hasta viejos amores imposibles o
truncos pueden incorporarse. Todo
es posible en el sueño, a diferencia
de la realidad presencial.
Incluso ese otro, que nos representa,
puede lucir más ágil, joven y esbelto
y hacer cosas que ya no podríamos.
¿Será una burla de aquel, que vino
a apropiarse de nuestro protagonismo,
ahora dudoso y goza reflejando estas
limitaciones del presente real?
¿Qué es lo real?
¿Es real este poema o los reales son
aquellos que escribimos en sueños y
luego olvidamos?
¿Es mejor ser el que sueña, aunque no
sea lo que uno hubiera deseado, que el
soñado?
Trabé una relación asimétrica
con un pez, pequeño y lenguaraz.
No era un lenguado, pero se fue
desarrollando como toda relación
normal.
(La asimétrica es la más normal
entre nosotros y los peces, al igual
que entre nosotros)
Estaba funcionando, nos entendíamos
lo suficiente (no es preciso entenderse
demasiado en estas relaciones para que
funcionen)
Pero alguien nos pescó
en pleno desarrollo y lo malinterpretó:
Pretendía ayudarme a pescarlo y todo
se fue a pique.
Cuando quise darme cuenta, no podía
reaccionar, ya era tarde: Ahora hasta
yo sobraba en relación a esa historia.
No había forma de mantener la asimetría
que nos unía. Dejé que el pez tuviera la
última palabra y me alejé sin culpa.
Sólo me quedó la vergüenza deportiva,
y tampoco era tanta.
La misma mosca que se posó
en la sopa, ahora pisa la papa.
La pisa con todas sus patas
degustándola al papar.
Las moscas tienen patas pares
como los párpados de los pájaros
sin luz y los prelados, sólo que no
saben parpar como la pata con sus
tres patitos en fila:
Apenas emiten un zumbido molesto
y pegajoso como la miel pero sin
valor nutritivo.
Las moscas no producen miel
ni nada aprovechable, pero también
polinizan, aunque en forma involuntaria
a algunas especies bastante dudosas.
El papado de la mosca dura poco, es
una criatura inquieta y voraz que entra
en la casa, y se posa en la superficie de
cualquier cosa o sujeto:
Puede papar papa pisada, puré, papillas
y los restos de la cena de vigilia.
El apetito de una mosca sana
es soberano, no le hace asco a nada:
Come de todo, como cualquier cristiano,
menos moscas. No saben atraparlas y
paparlas, ni conocen el autopapado.
El que esté libre de sospechas
que arroje la primera piedra.
Dijo un semiólogo de trayectoria
significativa, hijo de un famoso
emprendedor empedernido.
-Sospecho que ya fue arrojada…
Lanzó un verificador independiente.
-Todos gozamos de la libertad de
sospechar de todo y de todos:
Intervino el neurofilósofo que estaba
oficiando de moderador.
-Disculpemé, no comparto: Eso nos
convierte a todos en sospechosos
potenciales. Prefiero que se me incluya
afuera. Yo no tengo nada que merezca
ser sospechado y nunca anduve despertando
sospechas.
-Permitamé, intervino el neurosociólogo
mtriculado: Comparta o no, el derecho a
sospechar es inalienable e inapropiable:
Todos somos sospechables, hasta que se
demuestre lo contrario. Perdón ¿Ud. qué
hace, a que se dedica?
-Me desempeño como poeta popular.
-Vea, expresó un neuroconsultor ontológoco
con vasta experiencia en distintos campos
de la ciencia cognitiva: Ya el primer término
es bastante sospechoso, pero el segundo
multiplica los alcances del adjetivo. Aunque
lo más sospechoso es la conjunción entre ambos,
ese maridaje: Hasta como hipálage es
dudoso. Todos sabemos que el último poeta
popular fue Osvaldo Lamborghini, que supo
diferenciarse de su hermano populista.
……
En ese punto, retomó la palabra el matriculado
que si bien no había heredado la vocación de su
padre emprendedor, no era menos empedernido:
Compañeros, no tiene sentido discutir por una
piedra, que no significa nada, sospecho. Podemos
reemplazar ese significante por otro más apto.
-Para el que mira sin ver, la piedra es piedra nomás.
Soltó el poeta popular en disidencia.
-Olvidemos las piedras. Rectifico la frase para evitar
equívocos controversiales:
“Elque esté libre de sospechas,
que arroje la primera flecha”
Un amplio sector de la parcialidad, festejó con
entusiasmo moderado, mientras un conspicuo seguidor
del neurolíder manifestaba:
Esta flecha va en mi mismo sentido.
Introduce tu clave
en el orificio superior
del cuerpo del poema.
Cuenta los caracteres
y elimina los excesos:
Debes respetar la cifra exacta
para acceder a todos los sentidos
digitales y analógicos que goza
el poema.
El poema siempre goza, aunque
no se los reconozca en ninguno
de sus ùlsos y signos vitales.
Incluso en la lectura parcial del
lector salteado que sólo busca
la satisfacción inmediata.
Hay otras versiones disponibles
del mismo poema entre los orificios
emergentes de ese cuerpo sospechoso
o sus miembros.
Todo goce es sospechoso, en tanto
no apropiable.
El poema permanece mutable, sabe
adaptarse a todas las lecturas y goza,
aún en la vacancia:
Ningún metabolismo le es ajeno, se
ríe de todos sin discriminar: Ahora
lo está haciendo, dando rienda suelta
al estertor desafinado de su risa. Oye
como va.
Se ríe en clave de Fa, pero podría
hacerlo en cualquier otra. Se ríe de
tu clave y de todas las habidas y por
haber.
Dura poco su risa, la vida del poema
es más acotada que la de las palabras,
aunque ambos están compuestos del
mismo polvo enumerable.
Introduce tu clave en el orificio superior
y elimina los excdsos inútiles al polvo.
Ya entraste, ahora puedes sacudirte el
polvo y gozar de todos los sentidos que
dispone el poema.
Sí, podría haber más, depende de cómo
se lea. No lo olvides:
No hay poemas, sino interpretaciones.
Ahora está casi listo para ser olvidado:
Todavía se ríe, no le hagas caso.
No compartas esa risa inopinada.
Mido bien, no me puedo quejar
de mis medidas, sean propias o
adoptadas.
Tengo una medida, hay que tener
y saber medirse sin caer en excesos.
Conozco mis límites, soy un hombre
mesurado en sus acciones, emisiones
y aspiraciones.
Creo que en la medida que todos
supiéramos medirnos adecuadamente
se acotaría el número de conflictos
y mejoraría la convivencia.
Yo tengo una medida para todo
y observándola puedo permanecer
ajeno a los conflictos.
Ser mesurado, es una forma de ser
que nos integra a la sana convivencia
y estimula el desarrollo de la buena
conciencia.
Mido bastante bien, estoy conforme
y respeto todas las medidas aceptables
sin necesidad de competir.
Yo tengo la mía y no me puedo quejar.
No la comparto, hay cosas que no se
comparten:
Hay que ser mesurado con lo que se
emite hacia afuera.
Oremos por el oro,
al oro oremos y pidamos,
al oro oramos y pedimos.
Oremos por los metales nobles,
oremos por el brillo verdadero
e imperecedero.
Elevemos oraciones luminosas
como éstas, por las almas
que brillaron y cayeron.
Oremos por el oro de los tigres
y los muertos, por las almas que
partieron dejándonos su oro
conseguido o heredado, o al menos
un diente de oro.
Oremos por aquellos que pecaron
para obtener el oro que ahora
atesoramos con fuición divina
y resignación cristiana.
Oremos por todo el oro del mundo
y por el que aún falta extraer,
Oremos por el oro del Vaticano
y sus reservas morales
conservadas a resguardo.
Oremos por el brillo legítimo
del oro de las góndolas
y por los nuevos lingotes
que alumbrarán el futuro.
Oremos a la abundancia que supimos
orillar, oremos a orillas de la abundancia
con metáforas doradas, cintilantes.
Oremos por los futuros orilleros.
Oremos a la luz de los oráculos
que auspician un porvenir dorado
y luminoso para quienes cultiven
la fe en el oro.
Oremos por el advenimiento
del hombre nuevo, cn sus alforjas
llenas de oro y oraciones brillantes
como ésta.
Oremos por otro siglo de oro.
Cuando repites un error,
ya no es un error:
es una decisión.
Si no eres capaz de producir
buenas decisiones no lo hagas,
o al menos no lo repitas.
Es mejor ser decidido
y abstenerse:
Si repites el error, ya no es
error: es una decisión.
Si repites la decisión erronea sólo
reproducirás las condiciones del
fracaso, casi sin margen de error.
No te equivoques en la repetición
del error no forzado:
Es mejor ser decidido; no decidas
y deja que lo hagan los que saben
y están capacitados.
Puedes abstenerte, eres libre
de hacerlo: es tu decisión.
El misionero y la misionera
treparon a una higuera.
Ambos cumplían sus promesas,
distintas pero simétricas.
Como buen caballero,
iba detrás el misionero,
custodiando las espaldas
de la misionera.
Ambos ascendían, mirando
hacia la cima todavía lejana,
de aquella generosa higuera.
Aunque no compartían la misma
visión: Mientras la misionera
avizoraba las ramas altas y fructíferas
del árbol femenino, que estimulaban
su ascenso, el misionero disfrutaba
otro paisaje, bajo la falda encaramada
de la misionera.
No era un estímulo menor, para
sostener el ritmo ascendente, aunque
como buen caballero, el misionero
hacía la vista gorda: no quería distraer
energías hasta alcanzar la meta.
Ya en la cima, cumplidas las promesas,
el follaje de la higuera generosa
los protegía de miradas indiscretas
y eran libres de responder al llamado
de la carne.
La carne sólo pide carne: sus cuerpos
sofocados pedían sexo, pegoteados por
el roce de las brevas maduras, maduraba
el deseo de los cuerpos impregnados
del dulce zumo y la fiebre de la pasión
que despertaba el sol canicular.
¿Era ése el amor verdadero, que proviene
de emanación divina?
En tales circunstancias es difícil responder.
Nadie sensato se formula esa pregunta
fuera de contexto y, si bien había tensión
en tener que sostenerse ahí arriba, y las
comodidades no eran las mejores, la
misionera había encontrado una rama
gruesa y amigable, donde descansar y
entregarse: estaba dispuesta, por no decir
ansiosa, por no decir urgida, por no decir
desesperada, por no decir…
No había mucho para decir, la primavera
es así y nada vivo le es ajeno.
El misionero no se quedaba atrás, aunque
tampoco avanzaba, pese al avanzado estado
de su deseo: Hay un problema, Soledad…
-No importa, después lo hablamos.
-Es que sólo tengo permitida la posición
del misionero, y acá resulta impracticable.
Es un mandato divino, hay que pecar como
Dios manda, es nuestra misión.
-¿Qué misión?
-Pensemos en otra cosa. Tomá, disfrutemos
estos higos maduros…
-No quiero un higo tuyo, si lo qusiera lo
tomo. Debí haberlo sospechado...
Hoy tuve una muestra de grandeza.
Por humildad, no la compartí con
nadie:
La grandeza está asociada a la humildad.
Nadie tenía por qué saberlo. Es sabido
que la naturaleza humilde no busca
reconocimiento, ni lo necesita, lo que la
engrandece.
Ya tuve otras muestras de este tipo, es
justo reconocerlo, pero nadie nunca se
enteró; no quise compartirlo.
No hacía falra. Mi humildad me lo impedía
y además de no necesitarlo, tenía dudas:
Los humildes solemos tenerlas, nunca las
despreciamos:
Dudar es un signo de inteligencia, y no sabía
si otros serían capaces de entender y valorar
debidamente mis gestos de grandeza.
Ante la duda, yo prefiero mantener la humildad,
para muestra basta un botón.
Sólo yo sé lo que vale un gesto como ése:
Sólo yo sé lo que valgo.
No necesito que nadie reconozca mi humildad,
ni necesito ser reconocido en mi grandeza:
No, reconozco que no, y eso también
me engrandece, con toda humildad.
-Algún día todos seremos neutrales, supo decir
el poeta.
-¿Qué poeta? ¿En qué sentido?
¿Hasta qué punto se puede ser neutral?
¿Podría fundamentar?
-Usted pregunta demasiado, los excesos no
conducen a nada.
-Al menos responda alguna, dígame el nombre
del autor de esa desmesura…
-Preferiría no hacerlo, al hombre no le gustaba
que lo nombren de vez en cuando; estaba en
contra de la propiedad intelectual y prefería
el anonimato.
-Una forma de neutralidad, desde el anonimato
se puede decir cualquier cosa…
-Sí, y allí se alcanza la verdadera libertad. Hay
que volver a la responsabilidad anónima, y que
cada quien se haga cargo de su propia neutralidad
en un sentido u otro. ¿Ahora lo entiende?
-Creo que no termino de entenderlo…
-Bueno, eso es problema suyo ¿Cuánta más
claridad se le puede pedir a un poeta?
Blando este cuchillo blando,
blando como pocos mientras dura
la noción en su función armada.
Otros blanden en vano
objetos contundentes y brillantes
como bálanos turgentes.
Yo no creo en el brillo consonante
de la oruga, ni la duración sospechosa
de la maniposa.
Blando mi cuchillo blando
sin segundas intenciones:
sólo para sentir que blando con toda
propiedad, como cualquier miembro:
Blandir es tan humano como hablar
y rezar sin razonar: Blandimos
nuestras propias armas, superiores a
todas las naturales.
En mi país fuimos duros,
pero no teníamos mucho futuro.
Mutamos, abandonamos el exoesqueleto
para evolucionar en cuerpos blandos.
Blando mi cuchillo blando.
Acá no se consigue, lo traje de un viaje
a Silicon Valley:
Es un cuchillo siliconado, ergonómico,
automático e inteligente: Un poco más
que el lector promedio.
Ahora vacilo con mayor seguridad,
la experiencia siempre paga:
Ya no soy el de antes, puedo afirmar
sin vacilar: Hoy mi experiencia lo
puede afirmar.
En el pasado, mis movimientos eran
más bien torpes y vacilantes. Como
buen principiante, me precipitaba.
Luego, la ansiedad y la torpeza propias
del novicio, producían vacilaciones
viciadas e imprecisas:
No se notaba que vacilaba, ni si dejaba
de hacerlo.
Sólo el tiempo corrige nuestras impericias,
después de una práctica metódica.
La experiencia paga, ahora controlo todos
mis movimientos a conciencia, y vacilo
con seguridad, de un modo natural:
Nadie puede dudar cuando vacilo,
no conocen mi pasado vacilante.
No es sencillo hacer silencio,
es más fácil no hacerlo
y dejarlo a los que saben.
¿Reconoces el silencio de negra
con puntillo?
La negra es la figura más común
y el puntillo es semejante a cualquier
punto suspensivo de los nuestros.
Sólo que tiene otro valor
y altera el de la figura.
Es un puntito negro como un gato
y se asemeja bastante: Los gatos
se asemejan, parecen todos iguales
para todo el mundo.
Pero para nosotros, el nuestro es
único y tiene otro valor, aunque
para los otros sea sólo un gato,
sean ellos gatos, perros o personas.
Los valores del silencio
son cambiantes y diversos:
como los de cualquier persona
más o menos silenciosa,
que asemeje a un sujeto, con su valor
de cambio y sus valores agregados.
El puntillo podría agregarle
la mitad de su valor.
Hay cosas, que el hombre no ha
podido erradicar del mundo:
El hambre, la injusticia, la violencia,
la miseria, la codicia…
Tal vez algunas las resuelva en el
futuro; hasta ahora no hay indicios.
Hay sólo dos que son inevitables:
La muerte y el dolor.
Pero el dolor, acaba con la muerte.
¿Venimos a sufrir?
No tanto, a pesar de ciertos discursos
religiosos que medran con el sufrimiento
y lo necesitan para justificarse.
El dolor es inevitable, el sufrimiento
es opcional:
Aprendiendo a gestionarlo en forma
adecuada, sólo una parte de aquel
se transformará en sufrimiento.
¡Decide lo que sufres!
No sufras sin necesidad: El dolor
es parte de la vida, es constitutivo
y es un signo vital.
Este mundo, es mayormente doloroso
y no es tu culpa: No te hagas cargo de
culpas ajenas, ocúpate de gestionar las
tuyas, que seguro las tendrás.
No busques culpables, es inútil: Los que
lo hicieron, siempre terminaron mal.
Los inteligentes buscan soluciones, sólo
los inútiles buscan culpables.
No hay necesidad de sufrir de más:
No sufras sin necesidad.
-¿Usted cree en el éxito?
-Sí, creo que es una cuestión de fe.
-¿Está seguro?
-Puedo dar fe, yo creo y no me va
mal. Y no creo ser el único.
-Es posible. ¿Cómo fue su experiencia?
-Siempre creí, y nunca bajé los brazos.
-Sí, pero la pregunta apuntaba a conocer
cómo se le manifestó el éxito.
-No, no lo conozco: todavía no se ha
manifestado.
-Entonces, no tiene muchos elementos
para afirmar que es una cuestión de fe,
me parece.
-¿Cómo que no? Esa es una inerpretación
sesgada: No es determinante que yo, aún,
no haya conocido el éxito. En cambio, sí
lo es el hecho de que a pesar de eso, yo
mantenga intacta la llama de la fe.
-¿Y cuál es la fe que no anima?
-La fe en el éxito, ese fuego sagrado que
acompaña a los ganadores.
-¿Qué logros acredita para reconocerse un
ganador?
-Todavía no ganamos nada, pero nada es
definitivo cuando hay fe:
El éxito es cuestión de fe, y mi fe es un éxito
irrefutable.
Nubes contenciosas, escamosas,
amorfas y ojerosas, frecuentaban
el cielo de mi choza.
No las despreciaba, ellas me
acompañaban y no conocía
de nubes otra cosa.
Podía reconocerlas, recostándose
en el cielo humilde de mi choza
¿eran siempre las mismas?
Era una choza humilde, como yo,
no sé si tan o más dichosa.
Tampoco sé si era tan mía
como las nubes, pero no
conocía otra cosa.
Con sus formas cansadas y ojerosas,
bien me bastaba esa choza: Entraba
y salía de ella, sintiéndome feliz
como una babosa.
Después fue el temporal
y nada volvió a ser igual.
Mi choza ya no está,
ni las nubes son las mismas.
Depuse las armas
y abandoné la posición.
Deposité en el cambio
mi vieja aspiración, y sin
medir consecuencias me dí
a la aventura de cambiar
de posición.
Mis armas ya no eran las
de antes, habían perdido
casi todo su valor y no
servían para persuadir a nadie:
Estaba persuadido.
Los cambios son inevitables
y las posiciones cambian
todo el tiempo.
Hay que adaptarse a las
nuevas condiciones, antes
que sea tarde.
Hay que adaptarse a los
cambios de época, a los cambios
de estación y a las nuevas
aplicaciones del tiempo.
No hay que temer al cambio:
es lo único que permanece, dijo
Heráclito hace tiempo.
Hay quienes insisten en que es
mejor andar armado en estos
tiempos.
Sin embargo, yo me siento más
liviano sin ese peso inútil, más
ligero y mejor dispuesto al
cambio.
Además, percibo que mejoraron
mis deposiciones, en sentido
productivo.
Éste no es un poema,
pero podría adoptar la forma
de un poema y pasar desapercibido
que no lo es.
Hay otros que no parecen poemas
y, sin embargo son: Sabemos que
los recursos poéticos son engañosos.
El mismo engaño es virtud en el poema.
Pero no me engaño: éste no es un poema.
Aunque podría asemejarlo, si le adosara
un pseudópodo poético que bien adaptado
a la función, desarrollara el engaño hasta
alcanzar el éxito.
El éxito del engaño es un éxito engañoso,
aunque no menos que otros, no sólo para
el poema, que siempre es un engaño.
No nos engañemos:
Éste no es un poema, él lo sabe y no lo
reclama: No se reconoce, ni espera ser
reconocido, ni siquiera como poema
engañoso o falso.
No pretende parecer lo que no es,
y ni sabe bien qué es.
Después de tantos años
de bruxismo sostenido,
no tengo remordimientos.
Con los dedos de una mano,
o de la otra, podría contar
los dientes que me quedan.
No pregunto cuántos son:
El bruxismo funcionó, y gracias
a esta prótesis todavía funciona.
El remordimiento,
como el reconocimiento
no producen nada.
Es tiempo perdido, como masticar
el vacío o masticar la pérdida:
Remorder, reconocer, son funciones
de la repetición masticable.
A cierta edad, no se necesita
contar con los dedos ni contar,
mucho menos con los dientes,
que pueden ser reemplazados
ventajosamente.
El rutilar de ácidos marinos
confunde la visión del forastero.
No ocurriría lo mismo
si fuera un avezado navegante
o un simple marinero.
El mar es un misterio caudaloso
desde que el tiempo es tiempo,
henchido de vida que circula
inasible a los ojos del observador
ocasional y del turista genérico.
¿Qué es el tiempo, mar o río?
Se preguntaba Omar, y ante la falta
de respuesta le cantaba al vino.
Los fenicios eran buenos navegantes
pero odiaban el turismo de aventura,
como todo verdadero aventurero.
Claro que no es lo mismo navegar
un río que un océano. Pero el turista
tiene otra visión:
Le basta ver el agua y saber que es
agua: Disfrutan de la quietud en cubierta
y del movimiento de su brillo acidulado.
Creen que el agua es agua
y es igual en todos lados:
No necesitan profundizar, ni saborear
la sal: La sal es sólo una e insoluble,
viva o muerta.
Las sensaciones no necesitan ser
verificacas ni profundizadas.