(Serafín Cuesta)
Regurgitar es divino
como verbo, aunque incomode
a puristas y otras especies
carroñeras subalternas.
No es excesivo pretender, que
si todo es parte del plan divino,
se incluya a los excesos.
Lo que se emite porque no pudo
digerirse, es la forma en que se
expresa el Orden Natural para
restablecer la salud del receptor.
La vida se compone de funciones
concurrentes, como un poema
amorfo que busca su forma entre
los restos de otros metabolismos.
La egagrópila es un cuerpo: una
bola de pelos o plumas y huesitos
que el comensal devuelve al mundo:
El excedente del consumo: materia
inútil que no pudo ser degradada y
aprovechada como nutriente.
Un cuerpo residual, hecho de restos
de otros, que no alcanzaron la evolución
en bolo alimenticio, más no deja de ser
emanación divina.
Sabemos que entre dadores y receptores
(la voluntad no cuenta para incorporarse
a un bolo) todo desecho emitido reviste
alguna utilidad residual:
No sobra nadie, nada sobra del todo: Las
sobras de uno son alimento de otro. Lo que
un metabolismo descarta por inútil, otro lo
aprovecha para alguna función vital u otra:
La vida es un compuesto de funciones
que se unen o aglutinan, como un poema
amorfo.
La egagrópila, ese cuerpo de complexión
dudosa que el carroñero o predador
devuelve al mundo, puede resultar útil
al metabolismo de un poema vertical,
como éste, que se nutre de materia residual
como todos los poemas y evoluciona con toda
naturalidad, en sentido descendente, como parte
del plan divino y como un bolo redondeado que
busca su forma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario