(Amílcar Ámbanos)
El rutilar de ácidos marinos
confunde la visión del forastero.
No ocurriría lo mismo
si fuera un avezado navegante
o un simple marinero.
El mar es un misterio caudaloso
desde que el tiempo es tiempo,
henchido de vida que circula
inasible a los ojos del observador
ocasional y del turista genérico.
¿Qué es el tiempo, mar o río?
Se preguntaba Omar, y ante la falta
de respuesta le cantaba al vino.
Los fenicios eran buenos navegantes
pero odiaban el turismo de aventura,
como todo verdadero aventurero.
Claro que no es lo mismo navegar
un río que un océano. Pero el turista
tiene otra visión:
Le basta ver el agua y saber que es
agua: Disfrutan de la quietud en cubierta
y del movimiento de su brillo acidulado.
Creen que el agua es agua
y es igual en todos lados:
No necesitan profundizar, ni saborear
la sal: La sal es sólo una e insoluble,
viva o muerta.
Las sensaciones no necesitan ser
verificacas ni profundizadas.
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