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viernes, 29 de noviembre de 2024

Un sueño sospechoso

 

(Senecio Loserman)

 

Ayer volví a soñar conmigo,

hacía tiempo que no me pasaba.


Algunos dicen lo soñé a Fulano,

me suena raro, como si soñar

fuera una acción voluntaria, y

uno pudiera elegir los personajes.


Decir me soñé me parece algo

redundante, además de expresar

una contradicción:


Si soy el sujeto que sueña, el otro

que está ahí no puede ser yo.

Prefiero la preposición “con” en

esos casos.


Luego, uno puede soñar con quien

sea, incluso consigo mismo, como

hice yo.


Hecha la salvedad, puedo volver a

soñar conmigo con notmalidad y

sin contradicción.


No hay que llevar al sueño

las contradicciones de la vigilia

que pertenecen a otra realidad,

como es bien sabido.


Cabe agregar, que más allá del

protagonismo que merezca, uno

no suele presentarse solo en los

sueños:


Se comparten, a veces, con seres

que ya no frecuentamos, algunos

muertos, o de estado e identidad

dudosos.


Hasta viejos amores imposibles o

truncos pueden incorporarse. Todo

es posible en el sueño, a diferencia

de la realidad presencial.


Incluso ese otro, que nos representa,

puede lucir más ágil, joven y esbelto

y hacer cosas que ya no podríamos.


¿Será una burla de aquel, que vino

a apropiarse de nuestro protagonismo,

ahora dudoso y goza reflejando estas

limitaciones del presente real?


¿Qué es lo real?


¿Es real este poema o los reales son

aquellos que escribimos en sueños y

luego olvidamos?


¿Es mejor ser el que sueña, aunque no

sea lo que uno hubiera deseado, que el

soñado?


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