(Senecio Loserman)
Ayer volví a soñar conmigo,
hacía tiempo que no me pasaba.
Algunos dicen lo soñé a Fulano,
me suena raro, como si soñar
fuera una acción voluntaria, y
uno pudiera elegir los personajes.
Decir me soñé me parece algo
redundante, además de expresar
una contradicción:
Si soy el sujeto que sueña, el otro
que está ahí no puede ser yo.
Prefiero la preposición “con” en
esos casos.
Luego, uno puede soñar con quien
sea, incluso consigo mismo, como
hice yo.
Hecha la salvedad, puedo volver a
soñar conmigo con notmalidad y
sin contradicción.
No hay que llevar al sueño
las contradicciones de la vigilia
que pertenecen a otra realidad,
como es bien sabido.
Cabe agregar, que más allá del
protagonismo que merezca, uno
no suele presentarse solo en los
sueños:
Se comparten, a veces, con seres
que ya no frecuentamos, algunos
muertos, o de estado e identidad
dudosos.
Hasta viejos amores imposibles o
truncos pueden incorporarse. Todo
es posible en el sueño, a diferencia
de la realidad presencial.
Incluso ese otro, que nos representa,
puede lucir más ágil, joven y esbelto
y hacer cosas que ya no podríamos.
¿Será una burla de aquel, que vino
a apropiarse de nuestro protagonismo,
ahora dudoso y goza reflejando estas
limitaciones del presente real?
¿Qué es lo real?
¿Es real este poema o los reales son
aquellos que escribimos en sueños y
luego olvidamos?
¿Es mejor ser el que sueña, aunque no
sea lo que uno hubiera deseado, que el
soñado?
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