(Florencio Cusenier)
Ahora
no me excito tanto,
no
es lo mismo. Cuando me
excito,
se me da por citarme
y
voy a mi cuaderno de citas:
La
memoria no es la misma, no
se
puede confiar. Uno nunca es
el
mismo, conviene tener todo
registrado
en un lugar seguro.
No
hay muchos lugares seguros
para
confiar, puede que eso sea
lo
más excitante de la vejez.
Todos
sabemos, sabíamos que
algún
día seríamos viejos en el
mejor
de los casos, pero nadie
piensa
en eso cuando es joven.
Los
jóvenes pasan de una excitación
a
otra, la vida es una aventura que
no
da tiempo a pensar en el futuro.
Eso
es lo bueno de ser joven: Tenemos
tanto
tiempo, que no pensamos en él,
cuando
queremos ver, somos viejos y
no
tiene sentido pensar en el futuro:
Sabemos
que la mayor parte no nos
incluye.
II
No
es muy excitante la vejez, hay que
vivir
el presente y saber envejecer con
dignidad.
No es tan sencillo:
Tenemos
una historia atrás, habría que
revisarla
a ver cuántos archivos resiste.
Tampoco
es algo excitante, nadie quiere
volver
al pasado:
Acaso
encontremos algo que deseáramos
repetir,
pero todos tenemos algo que ocultar
y
acaso, que ocultarnos. Hay que saber
ocultar
lo necesario:
Viejos
o no, dependemos del éxito de
ese
ocultamiento, lo que no deja de ser
excitante.
No
sé, ahora no me excito tanto, uno no
es
el mismo, ni volverá a serlo; es lo único
seguro.
Después, no hay muchos lugares
seguros
para los viejos, ni siquiera el
geriátrico.
Queda
la memoria, siempre algo queda;
algún
momento de alta excitación como
para
evocar, y excitarse con mesura.
A
mi, la mesura nunca me excitó. Cuando
me
excito voy a mi cuaderno de citas
y
reproduzco alguna.
No
sé si son mías, a veces omitía registrar
los
autores, como tantas cosas que uno
omite
en la juventud, entre tanta excitación.
La
memoria ya no es la misma, no puedo
establecer
la propiedad de mis citas. Pero
¿A
quién le importa?
Cada
uno es libre de excitarse con lo que
quiera,
o pueda de lo que tiene a mano.