(Abel A. Borda)
Me enfoqué en la lectura
y se me fue el día.
Leyéndome, logré olvidarme
del mundo y sus excesos.
Hacía bastante que no me
dedicaba un tiempo a leerme
detenidamente.
Es que hay mucho por leer,
como para distraerse en uno
y detenerse en lo que ya conoce.
Es cierto que en la relectura
pueden aparecer errores, omisiones
o algo que merezca correfirse.
Pero ¿para qué? ¿Quién va a volver
a leer lo que ya leyó de lo que escribo
sino yo?
Bueno, al menos estoy yo: alguien
tenía que hacerlo, al menos puedo
contar conmigo.
El problema es que al distraerse
se acumulan lecturas pendientes,
mientras el mundo no deja de emitir,
en suma: el mundo y sus excesos.
No es gran cosa lo que escribo, mi
ritmo me aburre un poco, y conozco
todos los recursos retóricos que suelo
repetir:
Sí, reconozco que es una escritura
algo excesiva, en ese sentido, pero
hay excesos naturales, que no podemos
evitar.
Luego, me distrajo y me hizo olvidar
del mundo y sus excesos; eso no está
mal: Alguien lo tenía que hacer.
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