(Amílcar Ámbanos)
Después de la lectura del poema
sospechoso, el lector comprometido
vaciló:
No estaba mal, pero ¿era un poema?
Ante la duda, recurrió a una opinión
autorizada y sometió al objeto dudoso
al juicio de un autor reconocido,
experto en estos temas.
La respuesta fue precisa y taxativa:
No, no es poema, pero tampoco lo
contrario.
Más tranquilo, el lector comprometido
disfrutó una relectura del poema, ahora
que la duda había sido disipada y sabía
bien qué era y qué no era lo leído:
Pudo apreciarlo mejor y concluyó que
no estaba mal, para lo que era.
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