(Amílcar Ámbanos)
Lingotes que se huelen singulares
pero trafican con ilusión ajena
desde la singladura de sus lingas,
desflecando en plurales defecciones.
Lingotes prístinos , que brillan
como brotes cintilantes, aptos para
engordar la órbita del ojo mejor
plantado.
Lingotes luengos, oblongos
subyacen en sus bóvedas naturales.
No adoptes especies tan exóticas
como el conocimiento verdadero.
Poca cosa es lo que refleja.
No reproduzcas el deseo de la llama
ni llames luz a tu reflejo apócrifo.
No lamas estropicios de otros brotes
con la ilusión endógama del párvulo,
sumido en su succión artesanal en
desarrollo.
Ninguna lengua madre es propia
ni sabe lo que dice, aunque deslice
un brillo húmedo en libámenes
fecundos como brotes.
¡Oh, cánulas silentes, interesando
la cavidad ociosa del deseo que
pende de la boca del obseso!
¿Cuántas eses le sobran a ese beso?
¿Procedemos del ahorro?
¿De la energía erogada en el error
Divino?
Salve dios al abejorro
que no deja de libar,
si no libre al menos ávido
y ubérrimo en el ritmo de
la mora.
(Todo cuerpo que lata es capaz
de armonizar con algo, amenazar
o enamorar a otro: Nadie vuelve
a escapar ni sale ileso del amor,
ni de armonías que no resuelven
las tensiones que el amor frecuenta)
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