(Onésimo Evans)
Una millonada de nudos
desnudos nada orillando
el tejido silencioso de la
noche.
Ya entrada la noche
la trama se reanuda
en cada nicho: entremos,
no hay mucho que perder.
(Cada anochecer es único)
Hay quien sabe asumirlo
y quien no quiere saber nada
que empiece con a
(ni amos, ni
armaduras, ni armas o ataduras
a la arquitectura amarga del amor)
Hay quien avanza sin alas
ni argumentos y quien sabe
pivotear o bascular en esas aguas
obscuras, densas, que no pueden
reponerse.
Se puede pernoctar de a dos,
de a tres o más, o vacilar en
unidad.
Almas solas que anochecen,
se persignan y se ofrecen,
soberanas desnudeces que
entran y salen entre nudos
entrenados en nadar sin anidar,
basculando y vacilando
hacia la sima, como buenos
submúltiplos divinos.
Dividir es poblar, pibe,
dijo la ameba desnuda
ante el espejo, bajo la mirada
aprobatoria del Amadísimo.
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