(Amílcar Ámbanos)
Un orificio volador
de cierto porte y valor
posose en mi ventana
y la accedió en casi todo
su volumen.
¿estaba abierta?
¿la puso en valor al accederla?
¿o fue lo inverso?
No alcancé a completar
una reacción proporcional:
Hay que ser más hermético
con uno, me apalabré evocando
al tres veces grande, y sin perder
tiempo me dí a medir tales
volúmenes volubles (como las
sílabas autóctonas del poema
órfico que yace en estado de
reposo, semiabandonado en un
cuaderno deshojado que conservo)
II
Corroboré al instante:
El tiempo es oro, mientras oraba
en armonía con el éter y sus cláusulas
inhóspitas.
Tomé la idea por su parte cóncava
y accedí a profundizar:
No todo lo que brilla es tiempo
(afuera rutilaba continuidad)
El oro, en su orfandad resiste la
corrupción del tiempo que ahueca
y degrada al cuerpo blando, surcado
por funciones que declinan en presente.
Pero no todo está perdido.
Los orificios y oficios
conectan el mundo de los vivos
según organismos y fuentes oficiales:
ventanas, tragaluces, troneras,
mirillas, cerraduras, claraboyas,
alcantarillas y bocas de tormenta.
Orificios de entrada y de salida,
cavidades ojivales, cuencos, nichos
provisorios que ofrecen la ilusión
multiplicada y cívica, aunque cóncava
y lacónica, para que todo desemboque
y sea.
III
Orificios nativos, se adaptan a
organismos competentes y perímetros
ociosos despuntando en hábitos, hasta
su evolución en vicios: No sabemos
cuantos son, se multiplican.
No hay vacío posible fuera de la palabra
que circula cavando su sentido:
somos libres de labrar, y responder a
estímulos escritos descriptos con anterioridad
por las autoridades.
Orificios neutrales hay siempre disponibles.
Actúo de oficio: abro otra ventana,
para establecer una corriente navegable,
superadora, adicta.
Orificios náuticos, adaptables a los diversos
usos permitidos que circulan, reflejan las
virtudes inasibles del presente, como se
puede observar (Hay que estar abierto a
todo, me dijo un dador universal)
Los orificios ocupan un lugar relevante
para cualquier actividad que se desée.
La superioridad de lo cóncavo es tan
irrefutable como ocioso profundizar.
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