(Aquino Lamas)
Una metáfora apócrifa
revoloteaba ante mi escala
de valores.
Pensé en bajar a buscarla,
bajarla de un hondazo
o subir por un virus amigable:
Su vida útil es dudosa,
pero la fe todo lo puede
“Nada efímero me es ajeno”
evoqué esta frase de mis tiempos
feligreses.
Iba decidido a capturarla, interrogarla,
registrarla y buscar antecedentes,
cuando terció la Voz de la Conciencia:
-¡Para qué querés otra metáfora infeliz!
Me hizo dudar como una coma acéfala
caída de otro renglón y desmembrada
buscando ubicación para cobrar valor
(o al menos recobrar una parte)
Pero la conciencia no necesita comas
ni signos de puntuación:
-Acá está lleno de metáforas, algunas
sin uso y olvidadas, te recuerdo…
No dudé: la duda es, tal vez, la más alta
expresión del pensamiento. Cobré valor
y descendí a lo fehaciente de las fuentes:
La conciencia me sirve de gusano
(Quevedo hizo lo suyo, con una conciencia
como la de cualquier cristiano)
No iba a agusanarme a una metáfora,
decidí no amilanarme ni anonadarme:
El no ya lo tenemos.
¿Cuántas clases de metáforas existen?
Hasta acá son dos, me dictó la conciencia:
buenas, malas y dudosas.
Volví a mi escala de valores
y vi que amancillaba,
había perdido mi extracción
de clase entre metáforas
dudosas como ésta: Como es arriba
es abajo.
Ahora era una escala cromática
común y silvestre, sin categorías
ni centros de atención: una escala
genérica sin matices.
Volví a las fuentes a despejar las
dudas, en un sentido preciso y
libre de metáforas:
Las escalas conocen altibajos,
todo valor es relativo
y depende del lugar del observador.
Hay altas y bajas que suceden
y hacen a la continuidad
del movimiento crónico y sincrónico,
sea ascendente o descendente:
Como es arriba es abajo.
Volver a cero no es posible
me advirtió la metáfora dudosa
antes de declararse insolvente.
La música es matemática pura:
frecuencia, valor, secuencia,
ritmo, tensión, reposo, división
y subdivisión del silencio
al infinito.
Las ciencias duras producen sus
propias metáforas, con o sin
intervención humana
o apócrifa.
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