(Amílcar Ámbanos)
Un poema es un proyectil servido,
detonado, disparado hacia ninguna
parte (R. M.)
En la balaustrada,
una bala perdida,
lustral, inocua
balanceándose hacia mi.
Ahí estaba: sola, perdida
en la balaustrada, confundida
entre los granos de alimento
balanceado para gatos
que reclaman los pájaros.
Pobre bala sin destino
perdida acá, sin poder volar,
balar ni conocer valor.
¿Cuánto vale una bala que
se pierde?
¿Cómo evaluar el monto de
la pérdida?
¿A quién perteneció, antes de
perderse? ¿Qué sabemos de
balas y de pérdidas?
No puedo avalar nada, tal vez
nunca quiso ser bala, pienso y
me abalanzo sobre la balaustrada
para acunarla.
¿Era su destino perderse así
y acabar acá?
¿Alguien le habrá preguntado
si quería acabar así?
¿Está acabada, o sólo detonada?
El sentido denotado indicaría que
no, los otros no sabemos.
¿Quién sabe?
Quién sabe, yo podría haber sido
un hombre bala, y acaso conocer
el éxito volátil...
¿Quién sabe?
No puedo más que seguir mi
itinerario hacia el futuro,
disparando signos de pregunta.
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