(Amílcar Ámbanos)
Lineales versos opuestos por el vértice
¿Cuántos dedos necesita un cuerpo?
Le pregunté a mi mano más sensata.
Todo dedo es uno, me respondió
en silencio.
Ninguna mano habla, pero saben responder
cuando se las necesita.
¿Tenemos las manos que necesitamos?
¿O somos lo que hicieron estas manos?
No estamos hechos a mano por el Hacedor,
somos demasiados para sus manos, que aún
siendo divinas son dos: estamos hechos a
imagen semejanza.
No somos manufactura, sería absurdo
pretenderlo: Somos seres seriales, no
iguales pero idénticos en propiedades
manipulables.
Yo no sé qué haría sin estas manos, no
tengo muchas habilidades: nunca fui
bueno para las manualidades, apenas
me doy maña para otras.
Sólo poseo redacción propia: Mis poemas
hechos a mano, quedarían en el limbo de
las cosas sin hacer.
¿Es más correcto hacer que no hacerlo?
¿Qué haría yo, lo que quedara de mi, sin
mi mano hábil y sensata?
¿Desarrollaría otras habilidades, igual de
inciertas?
¿Hasta dónde quedaría reducida mi condición
humana y su experiencia efímera?
No es sensato preguntarle estas cosas a una
humilde mano humana en desarrollo.
¿Seguirá desarrollando? ¿Cómo serán las manos
del futuro?
¿Cuántos dedos necesita un cuerpo bien plantado
para producir sentido, observarlo fluir
y reconocerse en el paisaje de fluidos?
Podría deducirlo sin la ayuda de estos dedos:
Introducir una duda entre los dedos es más
fácil que deducir lo que falta en un poema.
Después es más sencillo: Sólo dejar fluir
y que escurra entre los dedos.
¿Para qué sirven las líneas de la mano
que nunca supimos leer?
No hay comentarios:
Publicar un comentario