(Dolores de la Cruz)
Dios es omnipresente, está en todas
partes y todo lo ve y oye, aunque su
presencia sabe pasar desapercibida
y a veces pareciera que está mirando
para otro lado, como si estuviera
ausente.
Pero no: Es omnipresente, omnisciente,
omnímodo y omnipotente, además de
omnívoro, como se desprende de que
fuimos hechos a imagen semejanza.
Algunos insensatos se preguntan:
¿Cómo es que siendo tan perfecto, sigue
permitiendo estas cosas?
¿Es que no las ve, o no le parece que
merezcan su atención, su intervención o
al menos un castigo justo y ejemplificador?
Ante esta formulación hay dos opciones:
Abjurar de la fe, lo que nos convierte al
instante en pecadores, o aceptar y perdonar
la Distracción Divina.
Nadie es quién para juzgar a Dios.
¿O vos nunca te distraés?
Él, que todo lo perdona, nos enseñó
que el perdón es un componente del
amor y perdonar es tan divino como
errar humano.
Así como nos enseño que no se debe
codiciar a la mujer del prójimo. Para eso,
nos dio la libertad de codiciar a todas
las mujeres que no tengan dueño.
¿No te parece suficiente? ¿No creés
que es algo justo y razonable?
Bueno, al instinto le cuesta, algunas
veces entrar en razones, como al amor.
Igual Él te perdona y hace la vista gorda:
¿Cómo vos no lo vas a perdonar,
pedazo de infeliz?
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