(Horacio Ruminal)
Adulteraba por placer,
un método probado, seguro
y opinable como todo placer
seguro.
Profanaba palabras
para agregar tensión a la adulteración
contenida. Adulteraba en todos los
sentidos conocidos:
denotados, connotados, sospechosos
(la sospecha es lo más seguro en un
adulto mayor)
Hay que saber sospechar del sentido,
sea dado o encontrado, cuando se impone,
erige o se pretende único y veraz.
Observar los juegos que teje el engaño
como sistema y método.
La información es vasta, una palabra es pura
información; pero siempre se puede ampliar.
No sólo es un significante: tiene su historia
¿por qué no significa lo mismo que antes?
II
Adulterar es conocer. Las palabras fluyen
ocultando más sentidos y funciones de lo
que se percibe en superficie:
Hay un volumen debajo.
Penetrar, descubrir y requisar comportamientos,
usos y valores, allanar los sentidos que contiene
y sus distintos compartimientos.
Tienen muchas capas las palabras; removiendo
y observando, avanzaba en mi tarea como
quien desescama sirenas para llegar al cuerpo
verdadero. ¿Lo hay?
Al detectar una palabra sospechosa (son muchas)
adulteraba funciones en relación a otras, e iban
brotando sus otros sentidos, agazapados, ocultos,
desafiantes como babosas sin escrúpulos.
Quería llegar al último, o primero; ese anterior
a todos que permanece inalterable bajo esas capas
y alguna vez fue el verdadero.
III
Ahí ha de estar la clave, el sentido original
que detonó expandiéndose en un mundo de
sucesiva adulteración que ahora nos une
(Nos unen nociones en continua agregación
alterando valores anteriores)
Nunca supimos ser una unidad,
pero alguna vez fuimos una aspiración,
aunque imprecisa.
En la alteración está la clave del futuro,
el lenguaje que vendrá a completar la propia
adulteración.
¿Tenemos el futuro que merecemos?