(Amílcar Ámbanos)
Tenía bastante fe en el optimismo.
No sabía si fortalecerme o fortificarme
o bien, reforzar las dosis habituales
de optimismo.
Sabía ver el vaso medio lleno
en medio del vacío
aunque no hubiera ningún vaso.
¿Sabías que el optimismo puede llenar
cualquier vacío con éxito?
Sí, el éxito es bastante sospechoso
como significante, es más bien vacío.
Pero el optimista no le teme: el vacío
ya lo tenemos, es nuestra marca de
origen (hay un grado cero, antes del
cual no había nada; no existíamos)
Luego, todo lo que agregamos suma;
es pura ganancia.
El éxito es el resultado de una suma
de factores aleatorios que concurren
al llamado de la fe:
Una experiencia exitosa, realimenta
la fe y atrae nuevos éxitos.
El éxito no es esquivo, por el contrario:
lo esquivamos por falta de fe:
Esta falta nos vuelve vacilantes,
y el éxito no es para los que vacilan.
Una vacilación exitosa sostenida en
el tiempo, nos hace inmunes al éxito.
Luego, genera energías negativas
y criticamos a los exitosos.
El goce de la crítica es el refugio
de los cobardes y fracasados,
incapaces de gozar del éxito propio
y de aceptar y compartir el del otro.
Pero la experiencia acumulada
es suficiente para mantener
el optimismo, aunque no haya
otro fundamento:
Sabemos que el optimismo sana
y la fe hace milagros. Según cálculos
optimistas, seremos cada vez más
los que sumamos.
Con una mayoría optimista
nada puede salir mal.
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