(Pascual Rambler)
Relamiendo el óxido vernáculo
al paladear las mieles del éxito,
olvidé mi exilio voluntario
entre las risas de los mingitorios.
Ajeno al rumiar de los ejércitos
perdidos en la búsqueda del enemigo
ideal, una visión magnánima y meliflua
me aleja del fétido fermento de la fe
infundada e infundida.
Desasido como lengua muerta
que se abre en un bostezo múltiple
e idóneo, di otra puntada sin hilo
y contemplé los excipientes del sonido
nuevo.
¿Como verificar y estar seguro de lo nuevo?
¿Era nuevo, alguna vez lo fue?
El sonido fluía, demandando cuerpos, adhesiones,
secreciones, tegumentos íntimos.
Olvidé al gusano desangrado en pleno vuelo
por la luz y el llanto de la leche derramada
sobre un precipitado abovedable.
¿Era más sano el gusano que esta fe que nos
iluminaba sin discriminar?
Ni lo pensé, ajeno al rumiar de los contribuyentes
y sus epítetos apócrifos dados al intercambio de
parientes y auspiciantes, mantuve mi apariencia.
El éxito es un fluído que incorpora masa
al movimiento del gusano sano
e infundado.
No hay una herida eterna, ni función que cicatrice
al promediar:
La lengua es sabia, sabe a óxido
y funciona. El resto es pura circulación
irrelevante y sin destino.
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