(Asensio Escalante)
Mis medidas son perfectas,
podría afirmar sin vacilar
si fuera menos humilde.
Sé que son perfectas
aunque nunca las tomé:
No soy de tomar por tomar.
Me guía la mesura, se sabe
que ser mesurado es un signo
de sabiduría.
Pero no me considero un sabio:
mi condición humilde no me lo
permite.
Humildad y sabiduría, coinciden
en la medida justa; sólo en eso,
que es lo que nos libra de cometer
excesos.
Quien tenga una medida para todo,
avanzará sin sobresaltos en la vida:
un movimiento uniforme, siempre
dentro del mismo plano y sin
conflictos con el mundo:
Una vida plana en un mundo
redondo, es casi todo lo que se
puede pedir. Si se es humilde.
¿No es perfecto el equilibrio que nos rodea?
¿Quién podría pensar en adoptar otras
medidas?
Sólo algún extraviado o insatisfecho,
que presa de sus aspiraciones excesivas
es incapaz de adaptarse al plano inclinado
y disfrutar de la libre circulación, en un
sentido dado y sin excederse.
Hay que ser humilde al aspirar, evitar
los excesos y respetar aspiraciones ajenas
mientras no se excedan.
Existen suficientes hábitos para cultivar
sin alterar este equilibrio.
Quien sabe medirse y mantener
una conducta, no tiene nada que temer.
Mis medidas son perfectas, al menos
para mi. No las comparto: mi humildad
no lo aprobaría.
¿Para qué querría exhibirlas, confrontarlas,
imponerlas o convencer a nadie?
El humilde, no compite ni siquiera
consigo mismo. No desea ni necesita
imponer sus verdades.
Los humildes respetamos a todos,
sin distinción. Incluso a los que
frecuentan imperfecciones que nos
son ajenas.
Nadie es perfecto, pero hay medidas.
Nunca busqué la perfección
(Me parece una aspiración desmesurada
y excesiva)
Pero está en mi, aquí, en estas medidas
que no tomo, ni pienso. No necesito:
La perfección no es algo mensurable.
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