(José Luis Greco)
Mi gato ya no está.
El paraíso se cayó.
El tiempo hace su trabajo
con las casas y sus cuerpos.
Mi gato ya no está
y el paraíso se cayó:
Quedan sus lugares preferidos,
ahora vacíos, y mi mirada provisoria
demorada en los detalles de su ausencia.
Recuerdo una copla, no a su autor:
“Ya mi perro se murió.
Ya mi rancho quedó solo.
Falta que me muera yo
para que se acabe todo”
Perro y gato son distintos, pero ambos
saben compartir sus vidas con la nuestra
y acaso completarla, aunque nos sepamos
incompletos y no mucho menos efímeros
que ellos.
Mi gato ya no está, el paraíso tampoco.
Pronto los seguiré yo, que aún continúo
escribiendo unas líneas sin destino
sobre paraísos y gatos inexistentes.
No sé si habrá otro paraíso, pero
no lo puedo imaginar sin gatos,
sin al menos uno: éste a quien
le escribo y siempre será mi gato,
aunque no esté.
Mi gato ya no está, algo de él
seguirá vivo en mi, por algún
tiempo, hasta que todo pase
y sea parte del olvido.
¿El paraíso?
Lo habrá extrañado, habrá sentido
su ausencia y no pudo soportarla.
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