(Dudamel Rambler)
Entre los frutos del mar que conocemos
y podemos saborear gracias al conocimiento,
está el pulpo, una de las criaturas más
inteligentes que pueblan nuestros océanos.
Sus características le permiten adoptar
distintas formas, engañar a sus presas
y moverse en todas direcciones:
No es poco para un molusco cefalópodo,
ni para cualquier sujeto que se precie.
Los octópodos son muy antiguos.
Según recientes investigaciones, no sólo
han sabido desarrollar la inteligencia, sino
que también tienen sentimientos, y algo
aún más peligroso: memoria.
Ahora sabemos algo más: el pulpo
es rencoroso. A través de sucesivas
observaciones del tránsito habitual de peces,
medusas, crustáceos y otras seres animados que
circulan en las profundidades abisales, se
pudo detectar en reiteradas ocasiones, una
conducta poco amistosa del octópodo hacia
los peces que le pasan cerca:
Aprovecha la disponibilidad y longitud de
sus miembros y les suministra un correctivo,
les tira un manotazo, los sopapea...
¿Por qué? Podría preguntarse alguien no
iniciado en los misterios de la vida profunda
y el conocimiento de las relaciones entre
especies que comparten la misma agua.
La ciencia responde: No todo es armonía y
paz entre los peces y sus parientes y vecinos.
Es común que en la competencia por el alimento
alguno se adelante, aproveche la ocasión y le
arrebate la presa a otro. A menudo, cuando el
pulpo prepara su zarpazo, aparece de la nada
un pez oportunista y lo madruga…
Uno pensaría que los peces son muchos, y se
parecen bastante como para identificarlos…
Pero la inteligencia y la memoria del pulpo
no se equivocan: Si no fuiste vos, fue un
pariente tuyo…
No espera a que la justicia actúe de oficio;
la hace por mano propia, aunque no tenga
manos. Tiene sus recursos: son ocho.
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