(Dudamel Rambler)
Otro día lluvioso;
no llueve, pero puede llover
en cualquier momento.
La amenaza se mantiene.
Puede subsistir: a veces es todo
lo que queda del día lluvioso.
Pasa el día, la amenaza permanece.
Hay días que no son lo que parecen;
cuando nada hace pensar en lluvia,
precipitan.
Ahora luce parcialmente despejado,
hay días que contemplan la ambigüedad
y la completan: cumplen su ciclo sin
abandonar la parcialidad.
II
En otras partes, ésto no pasa.
Cuando llueve, es una lluvia forma copiosa
y sostenida que puede durar meses.
O bien, todo el mundo sabe que no hay forma
de que llueva, aunque se implore y ofrezcan
sacrificios a las diversas divinidades afectadas
al tiempo.
Allí, el tiempo mantiene una línea de conducta,
no engaña a nadie: no hay días cargados de
amenazas, no hay claroscuros. Todo transcurre
sin suspenso, no dando lugar a especulaciones.
Aquí, los días dudosos son copiosos, y los
pronosticadores calculan porcentajes
y probabilidades, que suelen fracasar. Es
natural, estamos familiarizados con el engaño.
Es probable que esos días sean tan copiosos
como la sucesiva especulación que nos mantiene
en vilo:
Se esperan nuevas amenazas, el suspenso
es parte de la vida cotidiana y sus vaivenes:
La realidad es cambiante, las verdades parciales.
Acostumbrados, abrimos el paraguas: sabemos
que lo que viene puede ser peor. Pero siempre
que llovió paró.
No hay comentarios:
Publicar un comentario