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lunes, 13 de marzo de 2023

La evolución del cero

 

(Horacio Ruminal)

 

El cero ya no es lo que era,

ni la primavera,

ni yo


(que era un cero a la izquierda

para ser sincero)


ni aquel amor que circulaba libre

y se reconocía en la redondez del cero

como fiel submúltiplo.


Nada está como era entonces,

cuando el cero era uno más entre nosotros

y nadie dudaba de su neutralidad positiva.


Los pecados se lavaban, como la espada

y todo volvía a foja cero.


Confiábamos en el cero: la mayor parte de

la sangre que circula, pertenece al grupo cero.


No despertaba grandes pasiones, nadie lo

odiaba ni lo amaba mucho, pero sabíamos

que podíamos contar con él: un guarismo

sin mayores pretensiones, siempre dispuesto

a completar cifras mayores y cumplir su

función humilde como un servicio desinteresado.


Fue muy útil para actualizar nuestra moneda

nacional, sacando un cero primero, y luego dos,

tres, cuatro y tantos más para poder combatir

la inflación (un problema que nos aqueja hace

años. Hoy, gracias a los avances científicos en

el estudio e investigación, sabemos que es un

fenómeno natural)



II

Todos podíamos disfrutar, sin contratiempos

y en familia, las alternativas cambiantes de un

buen partido que terminaba igualado en cero.


Aceptábamos la condición vacante como algo

natural, un resultado abierto que no había por

qué cerrar.


No es bueno igualar hacia abajo, pero al menos

es una forma de igualar, mientras esperamos por

la igualdad de oportunidades.


El cero ya no es el que era. Algo pasó, y alteró

los valores que nos remitían a lo seguro, a partir

de la irrupción del sistema binario como fuente

de toda razón y justicia, y su desarrollo ya fuera

de control.


Poner en valor al cero fue un despropósito

con consecuencias imprevisibles.


Hoy, nadie sabe cuál es el verdadero valor

de nada ni nadie, incluso ni de sí mismo

(suponiendo que uno es una unidad)


Los nuevos valores impuestos, son tan inestables

como efímeros, y cada vez más dudosos: Salvo

los valores digitales, lo único que permanece es

el cambio, el valor de cambio.


III

El cero ya no es el que supo ser, un dígito

confiable si los hubo. La agregación de valor,

a partir del imperio del sistema binario y sus

aplicaciones, derivó en una crisis de valores que

puso en cuestión hasta nuestra propia condición:

Nuestro mundo binario funcionaba aceptablemente.


Había buenos y malos, izquierda y derecha, creyentes

y paganos, oficialistas y opositores, locadores y

locatarios, aptos e ineptos, amigos y enemigos, etc.


Había hombres y mujeres divididos en dos clases:

burgueses y proletarios. Éramos progresistas o

reaccionarios, y sabíamos que había hombres de

acción y hombres de palabra.


El mundo se dividía en el Norte y el Sur, con sus

colonizadores y colonizados.


No había mucho más, y aunque algunos aspiraban

a otra cosa, aquello era suficiente para respirar

cierta armonía y seguir cultivando esos valores

conocidos:


Sabíamos que podía haber otros, pero no

los conocíamos ni los necesitábamos.


La vida esa bastante previsible, si se era capaz

de adoptar los valores corectos.


Podíamos poner un cassette y escuchar El blues

y la verdad abstracta sin ninguna distracción y

con total normalidad. ¿Qué más hacía falta?



IV

El cero ya no es el mismo.

El Ser tampoco, ni las entidades autónomas,

ni las estructuras subalternas, ni los entes

autárquicos, ni el ser del Ente.


Algunos filósofos siguen vigentes, pero

hay otras lecturas: El mundo cambió,

ya nada es lo que era, ni lo que es.


¿Qué era lo que queríamos demostrar?


¿Qué había antes del cero?


¿Fue invento, descubrimiento, o Creación?


Se cree que lo debemos a los árabes, aunque

según las últimas investigaciones apareció

en la India, en el Siglo 300.


Luego lo exportaron a Europa para que

conquistara el mundo.


Pero en el Nuevo Mundo, los mayas ya lo

conocían y hacían cálculos complejos y

precisos, aunque no calculaban sus alcances.

(Hay quien sostiene que los chibchas también

lo conocían, pero lo ninguneaban)


El cero ya no es lo que era,

ni la primavera.


La neutralidad absoluta no existe,

el reposo absoluto tampoco,

por ahora.


Miré mi espada, y vi que amancillaba,

oxidada en un rincón obscuro y solo.


El acero ya no es lo que era,

hay que volver a cero.

 

 



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