(Tomás Mercante)
El pueblo fracasó como sujeto histórico
y como significante.
Ya no significa lo que antes: evolucionó
hacia la neutralidad, evolucionó en vacío)
Los significantes, como sujetos, tienen una
vida útil: Pierden sus propiedades naturales
y cambian de valor. A diferencia del sujeto,
que permanece inalteralbe y goza de todas
sus funciones, indiferente a la condición
vital y móvil de la materia que lo emitió.
El pueblo fracasó como sujeto, le llevó un
tiempo; luego la Historia lo degradó hasta
vaciarlo (como hacen algunos insectos con
otros: los absorben, dejan sólo la cubierta,
el envase, la piel)
Sólo sobrevive como significante.
Los significantes pueden durar mucho más
que los sujetos comunes, genéricos, físicos.
Con su valor de uso y de cambio, aunque
dejen de contener el sentido original (La
producción de sentido común no descansa)
Luego, también tienen su vida útil, y declinan
hasta dejar de circular. Las lenguas son
sensibles al tiempo, cumplen ciclos; después
desaparecen o se convierten en otras:
La cantidad de lenguas muertas siempre
evoluciona en sentido positivo.
La naturaleza de las lenguas es dinámica,
no conoce el estado de reposo; todo el tiempo
es movimiento que descarta e incorpora,
reflejando los cambios de sentido y
metabolizando la historia.
La Historia no la hacen los significantes,
ni los sujetos, sino el conjunto de relaciones
que ellos generan en torno a la producción
y a la apropiación.
El pueblo fracasó como sujeto, estaba solo.
La vida útil del sujeto es imprecisa, pero
todos los significantes conocidos son parte
del sistema del lenguaje, que como todo
sistema está sujeto a leyes.
La entropía, acaso la verdadera ley de Dios,
determina que todo sistema tiende a su
propia destrucción inexorable.
A diferencia del pueblo, nunca fracasa.
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