(Luis Espejo)
El arte tiene sus propias leyes,
como el deporte. En algunos casos
son muy estrictas, como en la música
o el ajedrez.
Jugamos con piezas, tableros, sonidos,
colores, cuerpos o palabras.
Cada pieza tiene su valor.
Es preciso conocer el valor de cada
pieza, tanto como las reglas de cada
disciplina, para poder jugar.
Como el deporte, el arte está sujeto
a la oferta y la demanda.
¿Es esa la ley primera?
La competencia, es lo que hace a un
deporte atractivo como para despertar
el interés de muchos en su práctica
activa y pasiva:
Al convertirse en espectáculo, los
espectadores pagan ver jugar, ver
competir: Se convierte en producto,
mercancía.
Los deportes compiten entre sí,
como nosotros: la competencia
es lo que nos hace atractivos, como
para despertar otros intereses.
La atracción crea la demanda:
(y es también una forma de demanda)
Todo lo que hace o emite un sujeto
tiene un fin o un receptor: El jugador
mueve sus piezas, manipula sonidos,
cuerpos o palabras, para otros.
Supone que hay un otro que espera su
jugada: Y juega, necesita jugar.
Juega por necesidad, con la necesidad
de ese otro, al que no necesita conocer.
Si no creyera en esa demanda imaginada,
tal vez no hiciera ninguna de estas cosas,
ni pensaría en hacerlas.
Pasaría sin jugar.
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